Por José Carlos Mariátegui (*)

Hasta ahora dura el eco del discurso del coronel Ballesteros. El que al principio no parecía sino un ardoroso brindis de sobremesa, de sonoro patriotismo y retórica huachafa, se está convirtiendo en una bandera militarista. Una bandera de papel de cometa izada en uno de los sables del 4 de febrero. Pero una bandera de toda suerte.

Acaso a esta fecha el propio coronel Ballesteros se ha asustado de su obra. Probablemente jamás se le ocurrió que su estribillo de los cañones llegase a conmover la república y a darle a él –profesional estudioso y sosegado– trazas de caudillo y síntomas de héroe.

Y quiera Dios que así sea. Porque si el coronel Ballesteros, en vez de un hombre modesto e ingenuo, como nosotros lo suponemos, es un hombre calculador y redomado, tendremos en el retablo de la política criolla a la mas peligrosa figura que podría aparecer en él. Tanto que un buen optimismo nuestro consiste en creer que el coronel Ballesteros no ha medido ni valorizado previamente la trascendencia de sus palabras sino que las ha dicho como se las ha dictado el corazón. Pues en esto reside lo indispensable para la tranquilidad y bienandanza nacionales. En que el discurso del coronel Ballesteros haya sido cosa del corazón y no de la cabeza.

El papel del ejército

No exageramos. Muy grave, muy grave, sería que el ejército del Perú quisiera señalarles a los poderes públicos una orientación de su gusto. El grado de militarización que al país conviene no debe ser indicado de ninguna manera por el ejército. Es imprescindible que los poderes públicos elijan libremente la dirección primaria de la política gubernamental.

Un jefe militar que se pone de pie, delante de un auditorio militar también para manifestar que hay que recomendarle al congreso que haga esto y que hay que quejarse de que no haya hecho aquello es, por eso, un jefe a quien se tiene que mirar como una amenaza.

¿Persigue popularidad? ¿Quiere grangearse unos cuantos aplausos? ¿Busca tales o cuáles felicitaciones? Entonces es un jefe que no se conforma con la normalidad de su existencia profesional. Es un jefe que ambiciona mayores órbitas de figuración. ¿Pretende únicamente que los poderes públicos sepan lo que el ejército apetece y trata de presionar a esos poderes públicos en un sentido dado. Es un jefe que enamorado de una convicción, acertada o no, aspira a imponerla al Estado. Siempre es, pues, un jefe cuya conducta no se encarrila dentro del rol austero del ejército.

Recorte del artículo publicado por José Carlos Mariátegui en la revista "Nuestra Época"

Habrá quienes se pregunten: –¿Luego un militar carece del mismo derecho que cualquier otro ciudadano para emitir públicamente sus ideas? Les responderemos, naturalmente, que sí. En todo país el militar no puede obrar como cualquier ciudadano. Es un ciudadano inhabilitado por su función para el amplio ejercicio de sus derechos políticos. Los militares no pueden celebrar mitines, no pueden demandar la guerra ni oponerse a ella, no pueden votar, no pueden afiliarse a ningún partido político. Su libertad individual está cohibida y su libertad colectiva anulada. No por capricho su misión es llamada misión de sacrificio y su carrera es llamada carrera de abnegación.

El fundamento de esta condición particular de los militares está universalmente sancionado. Luis Araquistain lo definía brillantemente, no hace mucho, a propósito de las juntas de defensa constituidas por lo oficiales y los sargentos españoles. Araquistain les negaba a los militares la capacidad para sindicarse que les otorgaba a todos los funcionarios del Estado. Y se basaba en que la fuerza de los militares debe ser, al mismo tiempo, su debilidad. El estado, efectivamente, al darles esa fuerza les prohibe que usen de ella en su favor. Y los militares deben abstenerse de toda actitud de alcance político porque cualquier actitud suya, por tranquila que sea, entraña siempre una coacción, en virtud de la fuerza que la respalda. Esto es lo que hace censurable el discurso del coronel Ballesteros y lo que haría consternador que ese discurso obtuviese muestras de apoyo y de simpatía del ejército.

Los partidos, los grupos, los bandos políticos, que luchan por el predominio de sus sistemas y de sus conceptos, deben ser los que estudien y resuelvan si el Perú adopta o no una orientación militarista. Los militares, si tiene una noción sana de su verdadero papel, no deben intervenir en ese debate. No puede tolerarse que opinen sobre algo de tanta importancia en la marcha de la nación. Absolutamente, no. Podría tolerarse talvez que opinasen acerca de la ubicación del palacio arzobispal. Su concurrencia al debate público en este caso no sería tampoco cuerda, pero sería siquiera inofensiva. Daría risa; pero no daría miedo. Sería una bobada. Pero no sería un peligro.

Además el militarismo es aquí un error.

Ahora bien. No es solo que el ejército no deba insinuar ni marcar la dirección sustantiva del Estado. Es mucho más aún. Es también que esa orientación no debe ser en el Perú una orientación militarista.

Resulta, por consiguiente, que la presión militar para que el país se militarizarse no sería mala únicamente por ser presión militar. Sería mala, además, por tender a que el país se militarizase. Nos colocaría delante de un medio malo y de una finalidad peor. Y así, ni aun podíamos tener el consuelo de que, hablando como de costumbre un lenguaje de refranes y aforismos, nos dijésemos una vez más que “el fin justifica los medios”.

El país tiene que cuidar de su defensa armada. Pero debe hacerlo dentro de la proporción de sus recursos económicos. No sería sensato que el Estado abrumase de guerra exagerado o que adquiriese deudas comprometedoras de su crédito para repletar los parques militares de esos cañones, fusiles y halas que han obsesionado al coronel Ballesteros.

Ningún Estado debe mostrarse, en verdad, más parco y discreto que el Estado peruano en esfuerzos militares. Todo lo niega aptitud de Estado militar y nada le indica conveniencia de serlo. Un motivo no más podríamos tener para acentuar intensa y denodadamente nuestra militarización; el anhelo de la revancha contra Chile. Unicamente este romántico sentimiento de reivindicación podría conducirnos a armarnos y pertrecharnos a cualquier costo. Y ya andamos casi unánimamente convencidos de la ineficacia de todo revanchismo.

Chile tendrá siempre, mientras nos dure el ardimiento revanchista, un poder bélico superior al nuestro. Cuando nosotros, mediante un sacrificio, compremos un barco, Chile, sin sacrificio alguno, podrá comprar tres. Y es que Chile no solo es un país más rico que el Perú. Es, al mismo tiempo, un país que se preocupa más que el Perú de mejorar su riqueza. Y es más fuerte que el Perú porque es más rico.

Luego ni aún el revanchismo puede inducirnos a adoptar una orientación militarista. Claramente miramos que la riqueza y no las armas nos dará algún día la codiciada superioridad sobre Chile.

Política de trabajo y no política de apertrechamiento es, pues, la que aquí nos hace falta. Política de trabajo y también política de educación. Que se explote nuestro territorio y que se acabe con nuestro analfabetismo y tendremos entonces dinero y soldados para la defensa del territorio peruano.

Pobres, descamisados y hambrientos, ¿cómo va a ser posible que pensemos en una gran escuadra ni en un buen ejército? Nos pareceríamos como nación a un hombre que gastase en armas el dinero que debía gastar en pan y que invirtiese en ejercitarse en la esgrima el tiempo que debía invertir en ganar dinero.

No podemos tener ejército aún

Hay mucho más todavía. Carecemos de espíritu militar. Nuestro pueblo no es un pueblo militar. Y a nadie se le ocurrirá aconsejarnos que improvisemos el espíritu militar que nos falta.

La gran mayoría de los peruanos, los tres millones de indios embrutecidos y esclavizados y de las sierras, no posee noción de la patria. Y, sin embargo, de esa masa aborigen inconsciente, habremos de extraer en un caso de guerra el ejército que nos defienda.

Contemplemos ahora mismo nuestro ejército y digámonos si es realmente un ejército y digámonos si es realmente un ejército. Analizándolo rápidamente notaremos que la tropa es compuesta por los indios coercitivamente enrolados. Esos indios no aman ni estiman su condición de soldados. La aborrecen. Se hallan siempre en el umbral de la deserción.

La oficialidad está compuesta en un noventa por ciento, por gente llevada a la escuela militar una veces por la miseria del medio y otras veces por el fracaso personal. La vocación militar apenas si asoma de raro en raro. Para comprobarlo basta con reparar en que, mientras en otro países la aristocracia puebla los colegios militares entre nosotros, los jóvenes “decentes” burlan la conscripción. Y en que hasta hace muy poco los severos padres de familia “metían” en la escuela militar al hijo más desalmado, jaranista y bribón. La escuela militar era para ellos una especie de escuela correccional donde “a punta de palo” eran enmendado los muchachos de mala índole y deshonestas travesuras(*).

No podemos tener, pues un ejército verdadero. Los peruanos no quieren ser soldados. Si aumentamos nuestros efectivos no será, evidentemente que hemos concentrado más soldados en nuestros cuarteles. Será que hemos concentrado más indios cogidos a lazo por subprefectos y gendarmes.

No debemos entonces engañarnos

No huyamos de la verdad por fea y amarga que sea. Antes bien busquémosla para dirigir nuestros pasos conforme a lo que ella nos diga. Busquémosla aunque nos diga que no somos  un pueblo militar y queramos serlo. Aunque nos diga que carecemos de ejército y queramos comprarle mil cañones. Aunque nos diga que nos hace falta desarrollo económico y queramos apertrechamiento bélico.

Desde hace un siglo aproximadamente consumimos nuestra energía en mantener nuestras milicias. Por el lujo de querer ser fuertes y marciales nos hemos olvidado de la necesidad de ser trabajadores y ricos. El pueblo, paupérrimo y miserable, ha vivido para alimentar un ejército. Y, a costa de todo estos, no contamos hoy con un ejército siquiera. Apena si hemos formado una burocracia más o menos bien comida y más o menos mal encaminada.

Y en vez de pensar en acuartelar soldados pensemos en formarlos. Ya vendrá el día que los acuertelemos. Si para nuestra felicidad es preciso que venga.

Fuente: Mariátegui, José Carlos (1918). Malas tendencias. El deber del ejército y el deber del estado. Nuestra Época, 2, p.4-5

Un grupo de excéntricos conduce a Rouskaya al cementerio a las 12 de la noche

La bailarina interpreta la marcha fúnebre de Chopin ante la tumba del mariscal Castilla

Ha causado profunda sensación de extrañeza la original ocurrencia de algunos jóvenes excéntricos, que han pretendido dar anoche la nota más aguda de snobismo y extravagancia, con la interpretación bailable de la marcha fúnebre de Chopin, realizada por la artista Norka Rouskaya, a las 12 de la noche, en el Cementerio de Lima.

Parece que tan extraño capricho tuvo su origen en un almuerzo, que en la tarde de ayer dieran a la mencionada bailarina, algunos admiradores suyos, en un lugar del recreo de la Magdalena.

Pero, para lograr su objeto, necesitaban de un permiso especial del inspector del Cementerio, señor Pedro García Irigoyen. Brindose a conseguirlo el auxiliar de la secretaría de la Beneficiencia Pública, señor Juan Vargas Quintanilla, quien se apersonó donde el señor Pedro García Irigoyen a manifestarle que la bailarina Norka Rouskaya tenía el raro deseo de visitar nuestro Cementerio de noche, antes de ausentarse de la capital. El señor García Irigoyen accedió a lo solicitado, y autorizó al señor Vargas Quintanilla para ir en busca del administrador del Cementerio, señor Juan Valega, con el objeto de que facilitara el ingreso de Rouskaya y sus acompañantes a altas horas de la noche.

Dilettantismo Macabro, artículo sobre el escándalo del Cementerio, La Prensa, 05 noviembre de 1917.

Con el inspector del Cementerio

Hoy, a las 2 de la tarde, entrevistamos en su domicilio de la calle de San José, al señor Pedro García Irigoyen, miembro de la Beneficencia Pública de Lima e Inspector del Cementerio General; e interrogado por nosotros acerca de la intervención que había tenido en la apertura de aquel establecimiento en altas horas de la noche para que lo visitara la bailarina Norka Rouskaya, nos dijo lo siguiente:

– Ayer, a las ocho y media de la noche, en circunstancias en que estaba comiendo, se me anunció la visita del señor Juan Vargas Quintanilla, oficial primero de la secretaría de la beneficencia, quien presentándome al señor Carlos Mariátegui, me rogó que concediera permiso para que Norka Rouskaya pudiera visitar de noche el cementerio, con el objeto de llevar de Lima una impresión original. Le manifesté mi extrañeza por esta petición, y él insistió en su demanda, rogándome que accediera. Entonces le puse por condición que, como garantía de que no se realizaría ningún acto censurable en este sitio sagrado, fuera el mismo en persona acompañando a la Rouskaya y además el administrador del cementerio señor Valega a quien di por teléfono las instrucciones necesarias. Si yo siquiera hubiera sospechado, que la Rouskaya iba a danzar sobre las tumbas, no solo habría negado el permiso solicitado, sino que habría reconvenido al señor Vargas Quintanilla, quien, debo decirlo, ha sorprendido en este caso mi buena fe.

Con el señor Mariátegui

El señor José Carlos Mariátegui estuvo esta mañana, a las diez, en esta imprenta y nos manifestó que era cierto que anoche, después de las doce, había visitado el cementerio en compañía de algunos amigos y de Norka Rouskaya, pero que en esa visita no se había realizado ningún acto que pudiera significar una profanación; que lo que ellos había querido es recoger una impresión intensa y que, al efecti, rogaron a la bailarina que adoptara algunas actitudes artísticas, mientras un músico ejecutaba entre la penumbra la “Marcha fúnebre de Chopin”.

Agregó el señor Mariátegui que la interpretación de Norka fue tan impresionante, que los guardas del cementerio, que presenciaban esta escena, huyeron llenos de terror, creyendo que la artista era un fantasma que había surgido de las tumbas…

Repito –concluyó el señor Mariátegui– que ni en la artista Rouskaya ni en ninguno de los que la indugimos a realizar ese acto hubo, ni por asomo, la intención de profanar el cementerio ni de hacer mofa de la muerte.

Con el Administrador del Cementerio

Hablando con el señor Juan Valega hemos podido averiguar que ayer en la tarde fueron varios jóvenes –entre ellos el auxiliar de la secretaría de la Beneficencia– a su casa inquiriendo por él. Como en esos momentos se hallara ausente el señor Valega, se retiraron los solicitantes sin expresar el objeto de la visita. Poco después era llamado por teléfono, a nombre del inspector del cementerio, con carácter urgente; por lo que una hijita del señor Valega, manifestó que su señor padre se hallaba en esos momentos en el Callao, y que podían llamarle […]

Fue en efecto llamado el señor Valega a la casa de su señora madre en el Callao, y ahí recibió orden telefónica de venir a Lima para disponer que fueran abiertas de noche las puertas del cementerio a la bailarina Rouskaya y a las personas que la acompañaran.

Dijo entonces el señor Valega que él no podría estar en Lima hasta las diez de la noche; y entonces los iniciadores de esta excursión nocturna, se comprometieron a esperar al administrador del cementerio en el paradero del eléctrico de esta ciudad.

Como no los encontrara a su llegada el señor Valega se retiró a su casa, muy complacido de este oportuno contratiempo, que le venía a evitar una molestia cuya utilidad práctica no vislumbraba.

Sin embargo, los excéntricos amigos de la Rouskaya no desistían de su empeño, y poco después que el señor Valega llegara a su casa, fueron en un automóvil y le obligaron a salir en busca de los porteros del cementerio, para abrir las rejas y franquear la entrada a la Rouskaya y sus acompañantes.

Agrega el señor Valega que porfiadamente insistió para que esa visita fuera postergada hasta el día de hoy, porque la hora le parecía inoportuna; pero como se le objetara que la Rouskaya debía hoy embarcarse para el extranjero, y que por esa razón se había solicitado permiso especial del señor inspector del cementerio, él no tuvo más remedio que obedecer la orden de su superior.

A las doce de la noche más o menos, llegaron en dos automóviles la bailarina Rouskaya, acompañada de su señora madre, y un grupo de jóvenes, que deseaban apreciar la extraña sensación de un trozo de música fúnebre interpretado por la Rouskaya en el lugar de las ideas tristes y lúgubres.

La comitiva penetró por la avenida central de la necrópolis, y se detuvo delante del monumento al mariscal Castilla. Allí el joven Cáceres comenzó a preludiar la marcha de Chopin, mientras la Rouskaya la interpretaba con actitudes artísticas. Fue tan emocionante la escena, al decir de los asistentes que uno de los guardianes aterrado echó a correr.

Entretanto el administrador del Cementerio se interpuso enérgicamente para que no se continuase la escena.

Poco después volvieron todos a sus automóviles y emprendieron viaje de regreso a la ciudad.

La intervención de la Policía

Los gendarmes de la comisaría de Ate, atraídos por la música, se acercaron al Cementerio creyendo que se trataba de una profanación, y dieron parte en el acto a la prefectura. El coroner Edgardo Arenas a su vez se comunicó con el comisario del cuartel 3o., señor Valle Riestra, y le ordenó que procediese a detener a los autores de la extraña escena que se le denunciaba. Pero, cuando la policía del 3o. llegó al cementerio, ya la bailarina y su séquito, se habían marchado.

Esto no obstante, en la puerta del Maury los esperaba una mala sorpresa. Allí estaba el prefecto en persona, quién se extraño de su conducta, y citó a su despacho para hoy en la mañana a todos los actores de esta escena así como también al inspector del cementerio, y al administrador del mismo establecimiento.

Los Detenidos

De orden del señor prefecto del departamento, coronel Arenas, se encuentran detenidos en la intendencia de la policía para los esclarecimientos del caso, los señores Juan Vargas Quintanilla, José Carlos Mariátegui, César Falcón y el violinista Cáceres.

El juez del crimen, doctor Cebrián, se constituyó en la intendencia esta tarde para tomar declaraciones a los detenidos.

La Rouskaya detenida

Hasta momentos de entrar en prensa este número, se encuentra detenida en uno de los salones de la prefectura la bailarina Norka Rouskaya.

La policía ha citado para que presten declaración al señor Carlos Olavegoya y a los doctores Angulo Puente-Arnao y Lorente Patrón.

Fuente: Dilettantismo Macabro [artículo sobre el escándalo del Cementerio], La Prensa, 05 noviembre de 1917.

Curso de introducción a la lectura de la revista Amauta, segundo ciclo: números 11 a 20 (enero 1928-enero 1929)

Acerca del curso

Continuando con el ciclo desarrollado entre junio y julio del 2021, en el cual leímos los 10 primeros números de la revista (septiembre 1926-diciembre 1927), revisaremos ahora las ediciones correspondientes al año 1928. Así como el primer ciclo tuvo su momento culminante entre la clausura de la revista, tras el número 9 (mayo 1927), y su reaparición con un número doble (diciembre 1927); en este caso, el ciclo girará en torno al número 17 (septiembre 1928) que incluye la célebre editorial Aniversario y balance en el que se afirma la identidad socialista de la revista.

Tal como se verá en el desarrollo de la exploración de las sucesivas entregas de la revista a lo largo del año 1928, la definición no solo incluyó el deslinde con el proyecto político de Haya sino también el perfilamiento de una posición original en el campo del indigenismo, del “nacionalismo continental”, de la identidad de las vanguardias culturales, de la caracterización de los procesos revolucionarios en curso en el mundo: Rusia, México, China, Nicaragua, entre otros. Sin duda, 1928 fue un año de definiciones.

Utilizando los recursos del Archivo, el curso pretende ser un ejercicio colectivo de lectura de la revista Amauta. Al igual que en el primer ciclo, se prestará especial atención al trabajo de director y editor, en todas sus dimensiones, de José Carlos Mariátegui. Tanto en la selección y concatenación de los textos, como en las decisiones sobre la diagramación y la tipografía. Sin descuidar los aspectos empresariales de Amauta.  

Modalidad

El curso se desarrollará de manera gratuita vía online. Será transmitido por la página de Facebook del Archivo José Carlos Mariátegui y del Museo José Carlos Mariátegui. No requiere inscripción previa.

Programa

  • Sesión 1: Martes, 16 de noviembre
  • Sesión 2: Martes, 23 de noviembre
  • Sesión 3: Martes, 30 de noviembre
  • Sesión 4: Martes, 7 diciembre
Add to Calendar 11/16/2021 07:00 PM America/Lima Curso: Amauta, el itinerario de una invención. 1928: año de definiciones ¡Nuevo! Continuando con el ciclo desarrollado entre junio y julio del 2021, en el cual leímos los 10 primeros números de la revista (septiembre 1926-diciembre 1927), revisaremos ahora las ediciones correspondientes al año 1928. Así como el primer ciclo tuvo su momento culminante entre la clausura de la revista, tras el número 9 (mayo 1927), y su reaparición con un número doble (diciembre 1927); en este caso, el ciclo girará en torno al número 17 (septiembre 1928) que incluye la célebre editorial Aniversario y balance en el que se afirma la identidad socialista de la revista. Archivo José Carlos Mariátegui y Museo José Carlos Mariátegui 30 FREQ=WEEKLY;COUNT=4;BYDAY=TU

Dirigido a

Público en general  que cuente con el tiempo y disposición para poder teorizar y conocer sobre los contenido de la revista Amauta

A cargo de

El curso estará dirigido nuevamente por Eduardo Cáceres Valdivia. Bachiller en Filosofía por la PUCP, estudios de Maestría en curso. Co-fundador de SUR, Casa de Estudios del Socialismo, donde desarrolló investigación y actividades de debate en torno a la vida y obra de José Carlos Mariátegui.

Invitados:

  • Martín Bergel: Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET y del Centro de Historia Intelectual. Dirige la Maestría en Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes y es profesor de Historia de América Latina Contemporánea en la Universidad de San Martín. Es autor, entre otros libros, de La desmesura revolucionaria. Política y cultura en los orígenes del APRA (La Siniestra, 2019), y de José Carlos Mariátegui. Antología (Siglo XXI, 2020).
  • Claudio Berríos Cavieres: profesor en Historia y Cs. Sociales, Magister en filosofía con mención en Pensamiento Contemporáneo, estudiante del programa doctorado Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad de la Universidad de Valparaíso, Chile (DEI-UV). Miembro del Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano de la Universidad de Valparaíso, Chile (CEPIB-UV). Autor del libro Hacia una Modernidad Arcaica. Amauta, Mariátegui y la querella en torno al indigenismo.
  • Ricardo Portocarrero Grados: Historiador. Especializado en Historia Contemporánea. Ex Director del Museo José Carlos Mariátegui. Co-Director del Archivo JCM. Autor de Invitación a la vida heroica. Antología de José Carlos Mariátegui. Con Alberto Flores Galindo (1989 y 2005) e Intelectuales y sociedad en la Lima de principios de siglo. El caso del joven Mariátegui (1997).

Lectura del curso

Todas las lecturas del curso las puedes encontrar en el siguiente link

Información Adicional

Si deseas revivir nuevamente la primera parte del curso: Amauta: el itinerario de una invención, puedes ingresar a nuestro canal de YouTube Archivo Mariátegui y visitar nuestra página donde podrás encontrar los materiales lectivos que se usaron.

Todas las sesiones de esta segunda parte quedarán grabadas en nuestra página de Facebook y subidas posteriormente al canal de Youtube. Los materiales que serán usados en las sesiones los pueden encontrar en nuestro gestor de revistas y periódicos.

Este curso es una iniciativa del Archivo José Carlos Mariátegui en colaboración con el Museo José Carlos Mariátegui

El problema del Adriático

Por José Carlos Mariátegui

A continuación reproducimos el primer texto enviado por José Carlos Mariátegui durante su viaje a Italia. El artículo que tiene el título El problema del Adriático está fechado en Roma, 28 de enero de 1920 y se publicó en el diario peruano El Tiempo el 2 de mayo de 1920. El epígrafe con el que apareció este primer artículo fue “Apectos de Europa” y el diario lo presentó como “Crónicas especiales para el El Tiempo“.

La Conferencia de París – Una síntesis del proceso de la cuestión

 

Entre ‘los problemas de la paz’, que desvelan en la actualidad a los gobiernos de la Entente, el problema del Adriático es el que demanda más inmediata y más estable solución. Es también el más enredado y espinoso. Clemenceau, concretando la urgencia de su solución, ha dicho en la Cámara francesa: “El día en que esta dificultad sea eliminada podremos comenzar a respirar”. No ha habido exageración en las palabras del ‘leader’ galo. El problema del Adriático es, efectivamente, una hosca amenaza para la tranquilidad europea y una turbadora desazón para los gobiernos de la Entente.

La reciente Conferencia de París ha sido un esfuerzo para ponerle término. En ella se ha estudiado también otro punto de común interés para los aliados. La política respecto de la República de los Soviets y respecto de Constantinopla, la Sublime Puerta y el Cuerno de Oro. Mas la finalidad esencial de la Conferencia ha sido una conciliación de las aspiraciones italianas con las aspiraciones yugoeslavas.

Esta conferencia, desdichadamente, no ha resultado eficaz. Únicamente ha dado un fruto secundario. El acuerdo de Italia con Francia y Alemania. Pero no ha dado el fruto principalmente perseguido. El acuerdo con los yugo-eslavos.

Cuáles son las fases generales del problema.

El problema es conocido en conjunto y en detalle. Pero su proceso ha sido complicado, multilateral y disperso. Es probable, pues, que el público peruano que lo ha seguido a través de las impresiones homeopáticas e inconexas del cable, no se halle bien orientado acerca de alguna de sus etapas. Conviene, por esto, sintetizarlo nítidamente.

El pueblo italiano, como es sabido, quedó descontento de la liquidación de la guerra. Sintió maltratadas algunas de sus aspiraciones y algunos de sus intereses. La frontera señalada a Italia dejaba fuera de su soberanía el puerto de Fiume, la Istria, la Dalmacia y otros pequeños territorios de numerosa población italiana. Los italianos estimaron, por consiguiente, que subsistía un irredentismo italiano. Que Italia no había conseguido aquello por lo que había luchado. Probablemente, sin embargo, en homenaje a la necesidad de la paz, hubieran concluido por ahogar su disgusto. Pero aconteció algo que tuvo, forzosamente, que avivarlo, que fortalecerlo, que convertirlo en voluntad de reivindicación. La población italiana de dichos territorios declaró su deseo de reincorporarse a Italia y su repulsa de la soberanía yugo-eslava. Fiume fue el foco de esta protesta. Surgió, entonces, para los italianos el deber de amparar y tutelar a sus connacionales. Italia entera proclamó la italianidad de Fiume. Y sobrevino dentro de este propicio y congruente estado la expedición d’annunziana.

La expedición d’annunziana creó una situación de hecho: Fiume ocupada por D’Annunzio y las tropas legionarias. Y Zara ocupada por el almirante Millo y las tropas regulares enviadas a prevenir todo ‘raid’ del poeta y sus cruzados a la Dalmacia.

Sería injusto suponer que los gobernantes italianos han alentado la agitación de la opinión del país. Sería injusto y sería ilógico. Las dificultades económicas y sociales son muchas para que los gobernantes italianos quieran embarazar su actividad con dificultades más pesadas aún. La acción gubernativa ha tendido siempre a contener la agitación. Y ni siquiera de los sectores de la política oposicionista ha recibido esta agitación verdaderos estímulos. Los partidos de la izquierda han mostrado respecto de las reivindicaciones territoriales un criterio mesurado. Los socialistas, por razones doctrinarias, no han aceptado íntegramente las pretensiones del pueblo italiano. Han reconocido la italianidad de Fiume, sin reconocer la italianidad de la Istria y la Dalmacia, donde, a su juicio, la mayoría de la población es eslava. Los populares no han definido con igual concisión su pensamiento; pero sí han manifestado una tendencia moderadora. Únicamente, el grupo de renovamiento nacional, llamado también de los combatientes, ha asumido una actitud solidaria con los legionarios del poeta condotiero. Luego, la agitación de la opinión italiana ha sido espontánea, sincera, pasional.

El gobierno se ha visto frente a hechos ajenos a su voluntad y superiores a ella: la posesión de Fiume por varios millares de soldados italianos. La decisión de Fiume es de no ser separada de Italia. Y un estado de ánimo nacional que le exigía la defensa de la italianidad de Fiume. Ha tenido, pues, que encuadrar su actitud dentro de estos hechos. Nitti ha dicho en París que la cuestión de Fiume es para Italia una cuestión sentimental. Que el gobierno italiano no puede renunciar a algo a que no quiere renunciar el pueblo de Italia. Y Scialoja ha hablado así en el Senado: “El pacto de Londres no nos asigna Fiume. La asigna a la Croacia. Nosotros, por esto, no hemos pedido Fiume para Italia. Es Fiume misma quien lo ha pedido. Y nosotros, en el nombre del derecho de nacionalidad, nos hemos hecho tutores de su causa”.

Las palabras de ambos ministros condensan el punto de vista italiano. Las de Nitti representan el punto de vista político y moral. Las de Scialoja representan el punto de vista jurídico y diplomático. Los puntos de vista geográfico y militar, relativos a la latinidad de los territorios discutidos y a su importancia para la seguridad de la frontera italiana, no son los puntos de vista sustantivos y cardinales en el debate cotidiano del problema. Tampoco lo han sido en la Conferencia de París.

Veamos, ahora, el punto de vista yugo-eslavo.

Sólo hoy han sido llamados los yugo-eslavos a discutir con las potencias aliadas el problema del Adriático. No han tenido, pues, muchas ocasiones de expresar su tesis. Ésta, además, no es otra que la apadrinada por Wilson. Los yugo-eslavos sostienen que los territorios de la Istria y de la Dalmacia les pertenecen por motivos geográficos y políticos. Que el porcentaje de habitantes italianos de su población no justificaría nunca su asignación a Italia. Que esta asignación colocaría bajo la soberanía de Italia a una numerosa población eslava. Que crearía, por ende, un irredentismo igual al que llevó a Italia a la guerra. En cuanto al puerto y al golfo de Fiume argumentan los yugo-eslavos que son una salida natural al mar de su comercio y del comercio húngaro. Agregan que no pueden consentir su anexión a Italia sin poner bajo la dependencia italiana uno y otro comercio. No emplean, como se ve, en cuanto a Fiume, las razones de raza y de derecho. Emplean razones de economía y de necesidad que indican, tácitamente, cierto reconocimiento de la mayoría italiana de Fiume. Aceptan, por otra parte, que Fiume constituye un estado independiente, bajo la soberanía de la Sociedad de las Naciones, siempre que se entregue al estado yugo-eslavo el puerto y las líneas férreas.

El papel que ambas nacionalidades han jugado en la guerra es invocado, respectivamente, en la presente polémica. Los italianos recuerdan la muy valiosa ayuda aportada por ellos a la Entente. Recuerdan que hasta los últimos días de la guerra los croatas y los eslovenos —o sea la mayor parte de los yugo-eslavos de ahora— se batían en el ejército austriaco contra el ejército italiano aliado de los ejércitos de la Entente. Recuerdan el pacto de Londres que si bien no daba a Italia Fiume, le daba, en cambio, la Dalmacia. Y los yugo-eslavos, que en este caso no hablan como yugo-eslavos sino como servios, recuerdan la fidelidad y la devoción a la Entente con que la Servia(**) se portó durante la guerra.

Dos faces reflejas. La faz interna italiana y la faz interna yugoeslava

Hay que consignar también, antes de pasar adelante, las repercusiones del problema adriático en la vida interna de la nación italiana y de la nación servio-croata-eslovena.

La nación italiana necesita la solución rápida de este problema tanto por consideraciones económicas como por consideraciones políticas. La prolongación del statu-quo obliga a Italia a mantener en pie un ejército numeroso que aflige demasiado su presupuesto en una hora, como ésta, en que tan preciso le es reducir sus gastos. No le permite, además, inspirar confianza plena en el tranquilo restablecimiento de su normalidad económica. Por una parte, pues, grava sus recursos. Por otra parte, le dificulta incrementarlos. Políticamente, la subsistencia del problema adriático coloca al gabinete italiano, en el parlamento, en un terreno falso. El gabinete tiene que caminar con los brazos abiertos guardando prudentemente el equilibrio. Un gabinete en estas condiciones carece, por supuesto, de la autoridad, de la fuerza y de la aptitud indispensables para afrontar debidamente los problemas internos.

Y si un aplazamiento ilimitado de la solución sería grave para la política italiana, una solución mala, adversa a las aspiraciones nacionales, sería para ella más grave todavía. Produciría en el reino una atmósfera de descontento favorable al desarrollo de los gérmenes revolucionarios.

Es posible que Nitti haya influido con este argumento en los espíritus de Lloyd George y Clemenceau, particularmente en el espíritu sagaz y práctico de Lloyd George, para persuadirlos de la conveniencia de amparar las pretensiones de Italia. Es posible que les haya probado que fortalecer al actual régimen italiano es fortalecer a los actuales regímenes francés e inglés y que cualquier peligro para el orden político italiano es, al mismo tiempo, por razones elementales, un peligro para el orden político de Inglaterra y Francia. Una presión mental de esta naturaleza sería muy propia de la estrategia, de la dialéctica y del pensamiento del sugestivo ministro italiano.

En la nación yugo-eslava, el problema adriático tiene, igualmente, fuertes proyecciones internas. Una de estas proyecciones es peculiar y característica de las condiciones estructurales del país. El problema adriático es uno de aquellos problemas de mayor significación regional para unos que para otros alrededor de los cuales no pueden reunificar fácilmente su sentimiento los servios, los croatas y los eslovenos. La reciente elección, a pesar de sus ligamentos geográficos y sentimentales, no posee aún la unidad que sólo el tiempo puede darle. En este caso, por ejemplo, los servios, según se dice, parecen estar dispuestos a desinteresarse de la Istria y de Fiume. Los croatas y los eslovenos, en tanto, no están dispuestos a ceder un ápice. Cualquier flaqueza servia podría causar un desestimiento dentro del joven reino. Los servios resultan obligados así, a pesar suyo, a exagerar su celo para no lastimar los sentimientos croatas y eslovenos.

El gobierno de Italia y el gobierno de Fiume

El gobierno de Italia ha tratado de regularizar la situación de Fiume. No sólo por el interés de someter a los legionarios a su autoridad sino también por el interés de presentarse en aptitud de ejecutar estrictamente la solución que se pacte. No sólo por una razón consuetudinaria de disciplina interna sino también por una razón singular de respetabilidad externa.

Pero aunque ha manifestado en el discurso de las negociaciones un temperamento conciliador, eso no ha conseguido al gobierno entenderse con Fiume. A los legionarios no les ha agradado la idea de salir de Fiume sin dejar consagrada su estabilidad.

Tampoco ha encontrado buena acogida esta idea en la mentalidad lírica y marcial de D’Annunzio. El poeta ha pensado que rendirse al gobierno era acabar sin gallardía la epopeya fiumena. La población de Fiume se ha sentido, así, cohibida para transigir con el gobierno nacional. Ha tenido escrúpulos para echar prosaicamente al agua los sueños rítmicos del numen d’annunziano. Los intereses materiales de su subsistencia, de su aprovisionamiento, de su comercio y de su economía, le aconsejaban transigir. Pero los intereses románticos del gran poeta le aconsejaban resistir denodada, homérica, espartanamente. He aquí, pues,en este siglo práctico y norteamericano, una ciudad que se sacrifica voluntariamente por la poesía y por las exigencias métricas de una estrofa final.

El gobierno llegó a pactar con el consejo de Fiume las condiciones de la entrega de la ciudad. Y estas condiciones resguardaban bien los votos de Fiume. El gobierno reafirmaba el derecho de Fiume a decidir de sus propios destinos y se comprometía, solemnemente, a no tolerar que, durante el período de transición, su independencia fuera disminuida o violada, a no aceptar en ningún caso una solución que separase el territorio de Fiume del territorio patrio y a garantizar la integridad de Fiume con tropas regulares. En buena cuenta, el consejo nacional de Fiume, a trueque de muchas ventajas financieras, no concedía al gobierno sino la facultad de sustituir las tropas de D’Annunzio con sus tropas.

Para la aplicación de este convenio no faltaban sino la aquiescencia del poeta y la aprobación plebiscitaria de la población. Ni una ni otra fueron obtenidas como más arriba se expresa. El poeta concluyó declarándose hostil a la transacción. Y aunque la opinión de la mayoría de la población coincidía con la del consejo nacional, los resultados del plebiscito fueron, asimismo, hostiles a la transacción, tanto por las razones espirituales antedichas como por la influencia ejercitada en la votación por los legionarios d’annunzianos.

Palabras de D’Annunzio

No es posible hacer una síntesis de la cuestión adriática sin recoger el pensamiento de D’Annunzio, comandante militar de Fiume y, sobre todo, autor de su anexión de hecho a Italia.

Oigamos hablar al poeta de él y de sus legionarios en un reportaje de un periodista danés:

—“Nos encontramos sobre un barril de pólvora que de un momento a otro puede estallar. Podemos, pues, morir bajo las ruinas de Fiume. Pero las chispas producidas por la explosión volarían lejos e incendiarían todos los pueblos oprimidos del mundo: Irlanda, la India, etc. Fiume no es solamente una cuestión italiana. Nosotros queremos algo más que la liberación de esta ciudad. Queremos crear un precedente. Queremos probar que los corazones vivos de los hombres son más fuertes que los tratados y que los compromisos escritos sobre papel del Japón. Es contra el solemne congreso de la paz que nosotros combatimos. Y todo el mundo se unirá a nosotros. Los inermes resultarán milagrosamente armados: en sus manos aparecerán espontáneas las espadas”.

 

Un mensaje de D’Annunzio a los franceses, que un emisario suyo portó a París durante la Conferencia de ‘los tres’, es el documento que refleja más próximamente el estado de ánimo del poeta. El mensaje termina así:

—“Si la injusticia contra la ciudad italiana de Fiume y contra las ciudades italianas de la Dalmacia es consumada, el combate será inevitable y la sangre volverá a ser derramada. Se ensaya, entre vosotros, de empequeñecer la gran causa con mentiras y con calumnias sin nombre. Pero la espada de la rebelión, que es una espada bien bruñida y que tantos malos hábitos no han conseguido empañar, está lista para cortar nuevos nudos”.

 

Como se ve, el poeta, que emplea siempre un lenguaje lírico, no acepta ninguna fórmula que atenúe la italianidad de Fiume y de las otras poblaciones italianas de la Dalmacia. Está resuelto, según otra declaración suya, a resistir en Fiume “hasta la última gota de sangre”. Como se ve, además, eleva y engrandece la índole de su empresa. La presenta como un símbolo, como una bandera, como un grito por la liberación de todos los pueblos encadenados.

Se nota, sin embargo, que la palabra, el ademán y el escorzo del poeta tienen cada día menos eco en el alma italiana. La prensa se muestra, en la mayoría de los casos, fría y displicente con el poeta. Y en algunos casos, acérrima y severa. Y no es porque el alma italiana deje de ser un alma latina, un alma sentimental. Es porque la poesía épica suena anacrónicamente en este siglo.

La Entente y el problema

Hasta la Conferencia de París, Inglaterra y Francia no habían coordinado su criterio sobre el problema adriático con el criterio de Italia. Sea porque pesase demasiado en su ánimo el dictamen del presidente norteamericano, sea porque no hubieren estudiado todavía todos los aspectos del problema, Inglaterra y Francia no habían sancionado los derechos de Italia. No había, pues, un punto de vista solidario de la Entente.

Más aún, Clemenceu había tenido gestos poco benévolos para la causa de Italia. El alma italiana había recibido del viejo tigre algunos instintivos rasguños muy propios de su felinidad. Lloyd George había tratado con más simpatía las aspiraciones italianas; pero sin pronunciarse explícitamente sobre ellas.

Hoy las cosas han cambiado. Lloyd George parece muy captado por Nitti, cuya sagacidad había logrado también, en los últimos tiempos, domar un poco al viejo tigre francés.

Una unificación final del pensamiento de la Entente era, además, esperada. Estaba dictada por los intereses fundamentales de la Entente que residen en el afianzamiento de su cohesión y de su mancomunidad. Durante este invierno, se han enfriado mucho los optimismos de los que aguardaban favores extraordinarios de los Estados Unidos. Europa se ha convencido que su restauración económica debe ser obra de ella misma. Y las grandes potencias de la Entente han sentido la necesidad de concertarse mejor.

La Conferencia de París. El Proyecto de Lloyd George

El ‘rendezvous’ de París fue convenido en la conferencia preliminar de Londres celebrada a mediados del mes pasado en la que representó al gobierno italiano el canciller Scialoja. Scialoja expuso largamente a Lloyd George y a Clemenceau en esa conferencia los puntos de vista italianos. Preparó así el camino a Nitti. No debieron ser, con todo, muy eficaces sus esfuerzos porque pocos días después Clemenceau pronunció en la Cámara francesa un discurso destinado a resentir y desasosegar a Italia por sus conceptos sobre el problema adriático.

Antes de la Conferencia de París, Nitti debatió con Lloyd George, en Londres, todos los aspectos del problema. Después de estas conversaciones preparatorias, ambos ‘premiers’, acompañados de numeroso cortejo burocrático, se trasladaron a París. La conferencia comenzó el 9 del presente.

Nitti y Scialoja, después del estudio conjunto del problema, propusieron las siguientes bases, como un máximun de las concesiones italianas: Soberanía italiana en Fiume. Contigüidad territorial de Fiume con Italia. Autonomía de Zara. Compensación a los yugo-eslavos con la Dalmacia, asignada a Italia en el pacto de Londres.

Lloyd George y Clemenceau se adhirieron a estas bases. Pero, como se vio en seguida que eran casi totalmente inconciliables con las pretensiones yugo-eslavas, se resolvió ejercitar un esfuerzo supremo por el acuerdo, rectificándolas dentro de los límites de lo posible. Lloyd George presentó entonces un proyecto, aprobado por Nitti, que reproducía en sus lineamientos generales el proyecto anterior; pero que enmendaba las bases más vivamente desahuciadas por la repulsa yugo-eslava. Este proyecto fue declarado proyecto oficial y definitivo de la Entente. Nitti expresó categóricamente que Italia no podía ir más allá en el camino de las concesiones.

Las bases sustantivas de este proyecto, sintéticamente presentadas, eran:

Fiume, estado independiente con el derecho de elegir su representación diplomática. Los puertos y las líneas férreas que terminan en ellos, propiedad de la Sociedad de las Naciones. Delimitación del estado libre en forma que asegure su unión con el territorio italiano a lo largo de la costa; que deje a los yugo-eslavos el ferrocarril que, partiendo  de Fiume, va hacia al norte; que garantice a Italia la protección de Trieste; y que coloque dentro del territorio yugo-eslavo los distritos puramente yugo-eslavos. Zara, estado independiente, bajo la garantía de la Sociedad de las Naciones, con derecho a elegir su representación diplomática. Valona para Italia que conservaría un protectorado sobre la Albania. Rectificación de la frontera de la Albania Septentrional, formando con algunos distritos una provincia autónoma administrada por los yugo-eslavos y anexando dos distritos a Grecia. Soberanía de Italia en las Islas Lusino, Pelagola y Lissa. Soberanía de los yugo-eslavos en las demás Islas. Derecho de los italianos de la Dalmacia a optar por la nacionalidad italiana sin dejar el territorio.

El gobierno yugo-eslavo, respondiendo a la Entente acerca de este proyecto, sometió a su consideración estas otras bases a Fiume, sin los puertos y sin los ferrocarriles, estado independiente bajo la soberanía de la Sociedad de las Naciones a la cual pertenecería su representación diplomática. Los puertos, propiedad de la Sociedad de las Naciones, administrada por los yugo-eslavos. Los ferrocarriles, propiedad de los yugo-eslavos. Adopción de la línea Wilson como frontera entre los territorios italiano y yugo-eslavo. Zara, estado independiente, bajo la soberanía de la Sociedad de las Naciones, con la reserva de que, siendo una ciudad de sólo 12,000 habitantes, aislada en medio del territorio yugo-eslavo, no cuenta con más medio de subsistencia que aquellos que los yugo-eslavos quieran concederle.

El ‘ultimátum’ amigable de Inglaterra y Francia

Ante esta respuesta Nitti declaró que no era posible ni oportuna una nueva discusión y que Italia recuperaba su primitiva posición respecto del problema. Concluyó así la Conferencia de París. Y Nitti partió de regreso a Roma. Mas ese mismo día, el 21 del presente, Lloyd George y Clemenceau hicieron suyo el proyecto y se dirigieron a los yugo-eslavos dándoles un plazo de cuatro días para aceptarlo pura y llanamente o para rechazarlo en globo. En este último caso —advertían a los yugo-eslavos—, Italia podría proceder a la ejecución del pacto de Londres. Los yugo-eslavos pidieron una prórroga de tres días del plazo fijado. Esta ampliación fue, naturalmente, concedida.

La respuesta yugo-eslava acaba de ser recibida por los aliados. En ella, los yugo-eslavos principian por establecer que consideran la comunicación aliada como una propuesta amigable y no como una notificación imperiosa. Demandan tiempo para contemplar detenidamente la cuestión y contribuir a una solución cordial. Estiman, en fin, inaceptables las bases de Lloyd George. Y agregan, en cuanto al pacto de Londres, que no comprenden cómo puede ser aplicado un pacto estipulado sin su intervención y cuyas cláusulas nunca les han sido comunicadas.

El problema remitido a otra conferencia aliada

El problema subsiste, pues, en toda su intensidad. Italia ha expuesto el máximun de sus concesiones o sea el mínimun de sus exigencias. Inglaterra y Francia han aceptado la demanda. Pero los yugo-eslavos han rehusado transigir sobre esta base.

El gobierno italiano no puede ceder más. No puede renunciar a la contigüidad territorial con Fiume. Sin esta contigüidad territorial no podría asegurar a Fiume una independencia real ni podría, tampoco, satisfacer las aspiraciones de su población italiana. A ella sacrifica, por esto, sus derechos sobre la Dalmacia, no sin resistencias del sentimiento popular.

Y el gobierno yugo-eslavo, entre tanto, se manifiesta intransigente con el mínimun italiano, no obstante la presión de la Entente.

Italia, según sus aliados, queda en libertad de ejecutar el pacto de Londres que, como se sabe, no está reconocido por los Estados Unidos. Pero este pacto, que le asigna la Dalmacia no le asigna Fiume. Luego, su aplicación es fácil teóricamente pero prácticamente no. Italia no puede obligar a los legionarios d’annunzianos a entregar Fiume a los yugo-eslavos. Menos aún puede tolerar que los yugo-eslavos arrojen de Fiume a D’Annunzio y sus soldados. Fiume está anexada de hecho a Italia. Es necesaria, por consiguiente, una solución que sancione esta anexión en una forma absoluta o que salve, por lo menos, el contacto territorial entre Fiume y la madre patria.

Para considerar esta aguda faz de la gestión se efectuará, próximamente, en Londres, una nueva conferencia de los ‘tres’. Uno de los ‘tres’ será, en esta ocasión, Millerand, en reemplazo de Clemenceau. Cuando estas líneas lleguen a Lima la Conferencia de Londres se habrá reunido ya. Estas líneas servirán, tal vez, entonces, de ilustración y antecedente a lo que en esa conferencia se convenga.

Curso de introducción a la lectura de la revista AMAUTA, primer ciclo: números 1 a 10 (septiembre 1926-diciembre 1927)

Acerca del Curso

El curso tiene como objetivo invitar a la lectura y reflexión de la revista Amauta. Más aún, el curso será un ejercicio colectivo de lectura de la revista, al menos de sus diez primeros números, buscando desentrañar no solo el sentido de cada uno de los textos o las imágenes que se nos proponen, sino apuntando a descubrir el sentido del trabajo como editor de José Carlos Mariátegui. No basta con reconocer la amplitud y calidad de las y los colaboradores, importa mucho preguntarse por qué la presencia en la misma página, de un artículo de José Carlos sobre “Arte, revolución y decadencia”, un texto de Mariano Iberico en torno a “Los dos misticismos” y un poema de César Vallejo sobre un lance de dados. O identificar la secuencia de diversos indigenismos que incluye voces incómodas como las de Enrique López Albújar y de Eugenio Garro. Es así que, revisando las páginas de la revista descubriremos que las opciones del editor, incluyendo diagramación y tipografía, son también políticas.

En las cuatro sesiones de este primer curso revisaremos las 10 primeras entregas de la revista, que cubren más de un año de existencia de la revista. En este lapso la periodicidad mensual de la misma se vio afectada por el allanamiento y cierre de la revista, la detención de José Carlos y sus principales colaboradores, así como numerosos dirigentes sociales con la excusa de un supuesto complot comunista, en junio de 1927.

Modalidad

Se desarrollará de manera gratuita y sin inscripción vía online. Será transmitido por la página de Facebook del Archivo José Carlos Mariátegui y del Museo José Carlos Mariátegui.

Programa

  • Sesión 1: Lectura de los números 1 y 2
  • Sesión 2: Lectura de los números 3 y 4
  • Sesión 3: Lectura de los números 5, 6 y 7
  • Sesión 4: Lectura de los números 8, 9 y 10

Horario

  • Miércoles 23 y 30 de junio
  • Miércoles 7 y 14 de julio
Add to Calendar 06/23/2021 07:00 PM America/Lima Curso: Amauta, un movimiento, un espíritu ¡Nuevo! El curso tiene como objetivo invitar a la lectura de la revista Amauta. Más aún, el curso será un ejercicio colectivo de lectura de la revista, al menos de sus diez primeros sus números, buscando desentrañar no solo el sentido de cada uno de los textos o las imágenes que se nos proponen, sino apuntando a descubrir el sentido del trabajo como editor de José Carlos Mariátegui. Por plataforma Zoom Archivo José Carlos Mariátegui y Museo José Carlos Mariátegui 30 FREQ=WEEKLY;COUNT=4;BYDAY=WE

Dirigido

Público en general  que cuente con el tiempo y disposición para poder teorizar y conocer sobre los contenido de la revista Amauta

A cargo de Eduardo Cáceres

Eduardo Cáceres Valdivia. Bachiller en Filosofía por la PUCP, estudios de Maestría en curso. Co-fundador de SUR, Casa de Estudios del Socialismo, donde desarrolló investigación y actividades de debate en torno a la vida y obra de José Carlos Mariátegui.

Lecturas del Curso

Todas las lecturas del curso las podrás encontrar en el siguiente link

Información Adicional

Las sesiones serán grabadas y subidas al canal del YouTube del Archivo Mariátegui así como también quedarán grabadas en su página de Facebook. Los materiales que serán usados en las sesiones también serán colocados en la web para que cualquier persona interesada los pueda descargar.

 

Este curso es una iniciativa del Archivo José Carlos Mariátegui en colaboración con el Museo José Carlos Mariátegui

Sobre una pintura de Iosu Aramburu

Por Mijail Mitrovic

Como parte de las celebraciones por los 91 años del fallecimiento de José Carlos Mariátegui, el Archivo Mariátegui presenta su nueva publicación: Duelo y revolución. Sobre una pintura de Iosu Aramburu del antropólogo y crítico de arte peruano Mijail Mitrovic.
En palabras del autor, el texto analiza algunos hechos históricos próximos a la muerte de Mariátegui que le permiten discutir el cuadro de Iosu Aramburu –artista plástico peruano– frente a ciertos modos de representación de la figura del Amauta que han sido dominantes en la cultura socialista peruana a lo largo del siglo XX.

“La muerte de Mariátegui supuso un quiebre tanto en la escena política nacional como en una vasta red internacional de intelectuales vinculados a proyectos como la revista Amauta, fundada en 1926. Los telegramas que llegaron a la redacción de la revista tras la noticia de su fallecimiento muestran los tejidos de esa red y su notable densidad en el territorio nacional. En el ámbito político, los últimos meses de Mariátegui estuvieron marcados por un creciente aislamiento, producto del seguimiento y represión por parte del gobierno leguiísta y por las fracturas que la famosa polémica con la Internacional Comunista (Komintern) generó en su círculo inmediato, con quienes fundó el Partido Socialista Peruano en octubre de 1928.

Como lo sugiere Alberto Flores Galindo, la dirección de la sección latinoamericana de la Internacional Comunista, por parte de Victorio Codovilla en Buenos Aires y dirigentes peruanos como Ricardo Martínez de la Torre y Eudocio Ravines, estaban entonces alineados en una posición “antiintelectualista” para la que había que separar “la revista y el partido”, dos dimensiones de la organización políticocultural que Mariátegui había defendido. Pero fue, sobre todo, por la represión de las fuerzas de la llamada Patria Nueva que este último preparó el traslado junto con su familia a Buenos Aires, proyecto finalmente trunco.

Tras el fallecimiento de Mariátegui, Luis E. Valcárcel escribió:

En esta década, el Perú sólo fue citado con honor cuando aparecía el nombre de José Carlos Mariátegui. Y lo que salva al Perú, lo que salva la responsabilidad de la juventud peruana, es el apostolado de Mariátegui, su obra doctrinaria, su élan de cultura y de creación, su fervor y desinterés, su apoyo del oprimido y su intuición admirable de todos los problemas cardinales de América. Mariátegui los estudia y los resuelve.

Nótese que aquí se valora tanto la doctrina como el trabajo de organización cultural, y convendría examinar mejor si ambas dimensiones han sido celebradas y desarrolladas por las organizaciones que asumen el legado del Amauta como propio. O, mejor, como lo plantea Javier García Liendo, habría que discutir si el reconocimiento de Mariátegui como un intelectual modélico significó para el socialismo solamente adoptar un conjunto de ideas y disputar su sentido o si, además, se ha recogido su insistencia —en la que coincidió plenamente con Antonio Gramsci— en intervenir y reorganizar la base material de la cultura. Esta escisión entre dos formas de interpretar el legado de Mariátegui será importante para organizar la exploración que sigue.

Ahora bien, en el ámbito internacional, en unas conferencias a un mes de la partida de Mariátegui, el abogado chileno Eugenio Orrego Vicuña describió así sus funerales:

Banderas e himnos proletarios se abatieron en las calles de Lima, plena todavía de supervivencias coloniales, sobre el féretro de José Carlos Mariátegui. Y sobre su memoria se abatió, también, irreticente, emocionado, el homenaje de todos los hombres que en el Perú tienen el hábito de pensar y el don de la sinceridad. Era, en suma, un homenaje nacional que el país tributaba al más representativo, al más austero y al más trascendente de sus hombres. Y esa consagración, un poco tardía, venía a coronar, como en la vida de todos los apóstoles, una existencia de la que nunca estuvieron alejados el dolor, la incomprensión y la pobreza, triple carga que suele fatigar los hombros de aquellos que marchan a la conquista de las alturas espirituales. Mariátegui las alcanzó, en su breve vivir, con los valores de su acción política y social, de sus virtudes privadas, de su tarea literaria y periodística, tan vasta para su juventud.

Fallecido antes de cumplir 36 años, Mariátegui recibió entonces una merecida consagración dentro de la intelectualidad latinoamericana que, hasta el presente, lo ubica como el pensador peruano más importante del siglo XX y como fundador del marxismo latinoamericano. “Su vida es nuestro ejemplo, su obra una inquebrantable afirmación, su cadáver, una protesta”, reza el boletín extraordinario publicado por Amauta. ¿Cómo fue su despedida? ¿Qué pasó cuando irrumpieron esas “banderas e himnos proletarios” en la Lima de los meses finales del Oncenio de Leguía?

Tras la muerte de Mariátegui en la clínica Villarán, el velorio fue organizado en su casa, ubicada en el jirón Washington Izquierda. La CGTP repartió volantes llamando a las masas a concurrir, dispuso una guardia de honor en el velatorio y distintos sindicatos ubicaron estandartes alrededor del ataúd. Según lo relatado en Amauta, al día siguiente,

[…] a partir del mediodía la concurrencia fue creciendo teniendo que estacionarse en la calle frente a la casa. El proletariado organizó el desfile, constituyendo una guardia roja para controlar el orden del sepelio y el relevo de los obreros que portaron el ataúd. Se inició el desfile minutos antes de las 4 p. m. del día 17 de abril, presidido por la [CGTP] que portaba en alto su bandera con su inscripción. La concurrencia tomó el jirón Washington hacia el Paseo Colón y antes de ingresar a este se elevó, dentro del seno de la concurrencia, en un arranque unánime, los sones metálicos de la Internacional, comunicando contagiosamente ese sentimiento sublime que expresan los acordes del himno proletario.

Como relata Servais Thissen, era Jueves Santo y el prefecto de Lima quería evitar que el cortejo irrumpiera en el centro de la ciudad, pero “la masa obrera se impuso” y logró pasar “por la Plaza San Martín, el Palacio de Gobierno y la Catedral” . Al llegar al cementerio, se sucedieron discursos de representantes de la Asociación Nacional de Periodistas, de la CGTP, del grupo estudiantil Vanguardia y de Martínez de la Torre, gerente de la revista Amauta. Escribe Thissen:

El 17 de abril quedó en la memoria de muchos limeños: ese día Lima, la colonial y católica, se estremeció de emoción al escuchar los cantos de la Internacional que acompañaron a uno de los hombres más significativos del Perú. […] Las informaciones recogidas de los periódicos de la época indican que entre 10.000 y 20.000 personas habían acompañado el féretro. Un dato interesante es que a las 4 de la tarde todo el tráfico de Lima quedó paralizado, porque la Federación de Transportistas decretó un paro de cinco minutos. Evento inaudito que no sé si alguna vez se ha repetido en Lima.

Su reconstrucción de los hechos permite valorar que el paso del cortejo significó una verdadera irrupción urbana de la cultura socialista a la que Mariátegui dedicó tanto esfuerzo en construir. Una irrupción pronto sofocada por la ilegalización de comunistas y apristas por parte de la dictadura de Sánchez Cerro, situación que se extendería con marchas y contramarchas hasta finales de los años cincuenta.

Javier Mariátegui Chiappe recordó que, en 1955, al trasladar los restos de su padre al Mausoleo donde se encuentra hasta la fecha, estaba intacta “la bandera roja que lo acompañara durante esos veinticinco años y que fuera llevada en su largo itinerario de la casa de Washington hasta su primera morada, cuando Lima anochecía, en hombros de obreros e intelectuales y al son de la Internacional”.Desde luego, Aramburu no estaba al tanto de todo esto cuando le otorgó una especial nitidez a la bandera que, según el hijo del Amauta, al menos hasta 1955 había resistido al paso destructor del tiempo”.

* Duelo y revolución. Sobre una pintura de Iosu Aramburu se publica de manera simultánea con la revista Jacobin América Latina.

Acerca del curso

Este curso, desarrollado en seis sesiones, se ha propuesto introducir y repensar la obra de José Carlos Mariátegui a partir de tres ideas. En primer lugar, observaremos cómo su obra deconstruye diversas oposiciones que marcaron las grandes discusiones de la época (la modernidad ante la tradición, el nacionalismo ante el cosmopolitismo, el arte ante la política y –la más osada- el conocimiento ante la religión). En segundo lugar, nos interesará restaurar a Mariátegui como una figura cosmopolita más allá de los intentos por adscribirlo como un pensador fundamentalmente nacionalista. Mariátegui siempre pensó al Perú en términos globales y, simultáneamente, pensó el mundo desde una condición periférica. Finalmente, nos interesa restaurar a Mariátegui como un intelectual que se movió por distintos campos de conocimiento más allá de cualquier reduccionismo político. Mariátegui fue un “intelectual orgánico” que hizo de la crítica cultural un dispositivo para cartografiar una época y contribuir a transformarla.

Lista de Participantes para plataforma Zoom

  1. Abelardo Julián Remigio
  2. Alexandra Sánchez Nieto
  3. Alfredo Ore Conde
  4. Alvaro Augusto Aguilar Agreda
  5. Américo Valer Vargas
  6. Ana Milagros Auqui Supo
  7. Anderson Castro Olarte
  8. Andy Alexander Aya Otazu
  9. Angela María Concha Pacheco
  10. Aranza Rodríguez Ramírez
  11. Astrid Stefani Arbildo Luna
  12. Ayrton Cayetano Lostaunau
  13. Bruno Daniel Trocones Rodriguez
  14. Caique Lobo de Oliveira
  15. Camila Andrea Lira Dávila
  16. Carlos Rufino Ching Chevez
  17. Chiara Bisso Cespedes
  18. Christopher Adan Domingo Cruzado Ojeda
  19. Daniel Alejandro Garcia Urrutia Balarezo
  20. David Jose Trillo Uculmana
  21. Del Nacarino Bardales
  22. Deysi Elizabeth Arapa Vargas
  23. Diego Emilio Luza Fernández
  24. Diego Ignacio Huaroto Casas
  25. Fabricio Espinoza Saldaña
  26. Fatima Alejandra Vega Villanueva
  27. Fernando José Aliaga Socualaya
  28. Francisco Santiago Cintron
  29. Giuliana Zulema Granados Anardo
  30. Gonzalo Vich Zavala
  31. Gonzalo Gutiérrez uadros
  32. Gonzalo Adrian Gonzales Temoche
  33. Grecia Paola Martínez Vadillo
  34. Grecia Sofía Huanca Lara
  35. Helio Cruz Chuchull
  36. Ian Bravo Aliano
  37. Ibis Andrea Vilchez Prado
  38. Irina Miluska Gonzales García
  39. Javier Edilberto Gonzáles Soto
  40. Johan Sánchez Tandaypán
  41. Jonathan Valdez Vizarreta
  42. Jorge Antonio Gutiérrez Pesantes
  43. Jorge Daniel Otayza Goicochea
  44. José Daniel Mozo Soto
  45. Juan Augusto Ricardo Carrasco Huamaní
  46. Juan Carlos Ramírez Torres
  47. Juan Yurdiño Navarro Yupanqui
  48. Julio Cesar Alanoca Mamani
  49. Julio Hernan Flores Salazar
  50. Justo Chilo Luna
  51. Kayla Brittney Quesada Hurtado
  52. Kenny Oswaldo Trujillo León
  53. Lourdes Núñez Cordova
  54. Lucero León Collantes
  55. Lucero Adriana Robles Valdez
  56. Lucía Adriana Rosadio López
  57. Luis Palomino Villanueva
  58. Luis Fernando Madueño Castillo
  59. Luis Gerardo Chicoma Fernández
  60. Luz de María Felices Lizarbe
  61. Marck Morales Rojas
  62. Marco Antonio García Camones
  63. Marco Antonio Gámez Begazo
  64. María Antonieta Zaldívar Caíña
  65. María de Fátima Acha Suárez
  66. María de los Ángeles Manrique Olivera
  67. Maria Fernanda Roldan Valdivia
  68. Maria Gracia Linett Aspajo Torres-Calderón
  69. Mariana Hyppolito Pahim
  70. Martin Scurrah
  71. Melina Suárez Borda
  72. Mersín Bengalí Sanchez Torres
  73. Minerva Salcedo Nuñez
  74. Molly Patricia Mellado Pacheco
  75. Nani Cuevas
  76. Nara Judith Llaury Diaz
  77. Nelson Roger Saire Choquenaira
  78. Nicolas Allen Moselle
  79. Nicole Daneiva Zevallos Alarcon
  80. Olenka Evelyn Pizarro Garcia
  81. Oscar Segura Heros
  82. Oscar Giovanni Gallegos Santiago
  83. Pamela Lizarbe Vilca
  84. Patricia Fernanda Silva Mozo
  85. Paulo Rodolfo Alves Araújo
  86. Piero Alexander Chávez Gonzales
  87. Raiza Carolina Franco Arestegui
  88. Rita Guadalupe Anton Alvarado
  89. Romel Sergio Contreras Valenzuela
  90. Ronaldino Pfocco Condori
  91. Rosario Chuquiruna Velasquez
  92. Roxana Loarte Villalobos
  93. Samantha Vanessa Vera Quispe
  94. Samantsa Yarleque Javier
  95. Sandra isabel Flores Dominguez
  96. Silvia Valeria Medina Menez
  97. Stefanno David Placencia Camarena
  98. Stéfano Delgado Delgado Isarra
  99. Suny Cecilia Sime Huayhua
  100. Valeria Cristina Valencia Fajardo
  101. Vania Nicoll Gastulo Machado
  102. Vannia Andrea Yalan Granizo
  103. Victor Ruiz Osorio
  104. Victor Alexis Cuya Castillo
  105. Víctor Julio Aguirre Aroni
  106. Yuliana Elizabeth Alvarez Marcelo
  107. Zenaida Elizabeth Medrano Carrasco
  108. Zoelí Indira Palomino Arce

Programa

Sesión 1: Introducción. Juan Croniqueur y el grupo Colónida
Sesión 2: El mundo y el Perú en 1920
Sesión 3: Mariátegui y el indigenismo
Sesión 4: El marxismo de Mariátegui
Sesión 5: Mariátegui y el arte
Sesión 6: Mariátegui y las políticas culturales. Conclusiones

Horario

Los martes 19, 26 de enero y 2 de febrero y jueves 21, 28 de enero y 4 de febrero, de 7pm a 9pm.

Add to Calendar 01/19/2021 07:00 PM America/Lima Curso: Para conocer a Mariátegui ¡Nuevo! Este curso se propone restaurar a Mariátegui como un intelectual que se movió por distintos campos de conocimiento más allá de cualquier reduccionismo económico o político. Mariátegui fue un “intelectual orgánico” que hizo de la crítica cultural un dispositivo para cartografiar una época y contribuir a transformarla. Por plataforma Zoom Archivo José Carlos Mariátegui y Museo José Carlos Mariátegui FREQ=WEEKLY;UNTIL=20210204T235959;BYDAY=TU,TH

Dirigido

Público en general entre 18 y 25 años que cuente con el tiempo y disposición para poder teorizar y conocer sobre la vida y obra de José Carlos Mariátegui.

Inscripción

Para participar en el curso es necesario completar el siguiente formulario virtual (click en el enlace). Las inscripciones estarán abiertas hasta el mediodía del viernes 15 de enero del 2021 8 de enero del 2021. La lista de personas seleccionadas se publicará el viernes 15 de enero. Las vacantes son limitadas.

A cargo de Víctor Vich
Profesor principal en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Ha sido profesor  en varias universidades de los Estados Unidos como Harvard, Berkeley y Madison.Ha sido miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO 2007-2009) y miembro del equipo curatorial del Lugar de la Memoria en el Perú. Es autor de varios libros entre los que destacan: César Vallejo, un poeta del acontecimiento (2020), Desculturizar la cultura: la gestión cultural como forma de agencia política (2014) y Poéticas del duelo: ensayos sobre arte, memoria y violencia política (2015).

Información Adicional

Para aquellas personas que no puedan llevar el curso o no alcancen vacante, todas las sesiones serán grabadas y subidas al canal del YouTube del Archivo Mariátegui así como también en su página de Facebook. Los materiales que serán usados en las sesiones también serán colocados en la web para que cualquier persona interesada los pueda descargar.

 

Este curso es una iniciativa del Archivo José Carlos Mariátegui en colaboración con el Museo José Carlos Mariátegui

En la Vanguardia Indigenista

Por Natalia Majluf

La carátula diseñada en 1928 por Julia Codesido para los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui es posiblemente la imagen más radical de la gráfica peruana de los años veinte. Una serie de trazos enfrentados de tono primitivista transforma la síntesis formal en una visualidad disruptiva, que en el contexto de la Lima de los años veinte sólo podía identificarse con una posición revolucionaria. Era la imagen más apropiada para el libro programático de un pensador socialista que intentaba construir nuevas bases para pensar el Perú. Ese diseño de portada, que se usó casi sin variaciones en las tantas ediciones populares publicadas tras la muerte de Mariátegui, debe ser la imagen más difundida de un libro en la historia editorial peruana.1

Pero Codesido no era en realidad quien debía realizar esa portada. Era José Sabogal, el artista más cercano a Mariátegui, profesor de Codesido en la Escuela Nacional de Bellas Artes y líder visible del movimiento indigenista que Amauta impulsó. Como director gráfico de la revista, Sabogal había mantenido un control férreo del diseño de las publicaciones editadas por Mariátegui. Pero un viaje a Argentina y Uruguay coincidió con el proceso editorial de los Siete ensayos: cuando Mariátegui empezó la producción de su libro, cuyas pruebas estaba corrigiendo a mediados de 1928, el pintor se encontraba ya en Buenos Aires.2Sabogal regresaría a fines de octubre, cuando el tomo había salido ya de la imprenta y estaba a la venta en librerías. Su ejemplar de los Siete ensayos lleva una dedicatoria fechada en Lima el 6 de noviembre de 1928, pocos días después del almuerzo de bienvenida que le organizaron sus amigos.3

En ausencia de Sabogal, Codesido era la elección lógica para diseñar la carátula del que se anunciaba como el principal libro de Mariátegui. Había estado asociada al proyecto de Amauta desde el comienzo, incluso antes de su aparición, cuando su nombre se listó entre los futuros colaboradores en la hoja de difusión de la revista aparecida en 1926.4 Tenía ya para entonces cierta cercanía con Mariátegui, a quien retrató ese mismo año. Su compromiso con el proyecto quedó demostrado en mayo de 1928, cuando apoyó la fundación de la editorial Amauta con la compra de algunas acciones.5 Por eso, en los meses en que Sabogal estuvo de viaje ella quedaría a cargo de la edición gráfica de Amauta.6 Fuera de Sabogal, Codesido fue la artista con mayor visibilidad en las páginas de la revista y la única aparte de él que tuvo a su cargo alguna portada.7 Un dibujo a sanguina de un personaje indígena, que todavía se conserva en el Archivo Mariátegui, ilustró la tapa del decimotercer número en marzo de 1928. Unos meses más tarde publicó un retrato de Manuel González Prada, y un dibujo suyo, inspirado en los diseños de los mates burilados, apareció en la carátula en octubre de 1928. Muchas de las obras que presentó en su primera exposición de 1929 fueron reproducidas antes en Amauta.8 El trabajo gráfico que Codesido realizó para la revista es prácticamente indistinguible del de su maestro. En las carátulas aparecen algunos calcos de los diseños de los mates que Sabogal ya había introducido, un grabado cuya autoría no hemos podido identificar y un dibujo suyo de dos mujeres indígenas.9 Es como si hubiera querido pasar inadvertida, no afectar ni la autoría ni la ascendencia de Sabogal como responsable del diseño de la revista. En la breve nota que le dedicó poco antes de que se hiciera cargo de la dirección gráfica de Amauta, el propio Mariátegui señalaría que Codesido había exhibido en los salones de la ENBA, “con modestia de discípula tímida que no quisiera que se fijaran demasiado en ella.”10

Pero en la carátula que diseñó para Los siete ensayos no quedan rastros de esa timidez, ni de sometimiento alguno al estilo de Sabogal. Es una propuesta completamente abstracta, que rompe de forma radical con la cultura gráfica de los veinte. El diseño se basa en el estilo decorativo de la cerámica precolombina de la cultura Chiribaya, del que Codesido se apropia para exagerar el dinamismo de su lenguaje formal. Crea a partir de ese modelo una trama recargada, atravesada por elementos enfrentados y superpuestos. Sobre esa superficie en movimiento, el nombre del autor, el título y los datos de edición se insertan sobre negro en recuadros delineados en blanco, que simulan los trazos que describen las formas abstractas del fondo. El titular se encuadra en una ventana trapezoidal que evoca con cierta imprecisión arqueológica la arquitectura inca.11 Las iniciales JC en gruesas letras negras en la esquina inferior izquierda de la portada afirman con énfasis la autoría. El diseño original debió ser una gouache o una témpera, al igual que la recreación del diseño que la propia Codesido dibujaría hacia la década de 1960 por encargo de la familia Mariátegui, posiblemente con la intención —nunca realizada— de ilustrar la cubierta de una reedición de los Siete ensayos.12

La cultura Chiribaya se desarrolló entre Arequipa y Moquegua, precisamente la región en donde Mariátegui había nacido, aunque el autor del libro, aparentemente, no sabía que ese había sido su lugar de nacimiento.13La ignorancia de ese origen convertiría la elección de Codesido en una decisión guiada exclusivamente por sus ideas sobre la imagen que quería construir para los Siete ensayos. Si bien no ha sido posible identificar la cerámica que inspiró a Codesido, por esos años era ya usual encontrar objetos precolombinos en las salas de Lima, y no es del todo improbable que la pieza haya podido pertenecer incluso al propio Mariátegui. Chiribaya no era un estilo que tuviera gran difusión. Un indicio es que sólo unos pocos entre los cientos de estudios que Elena Izcue hizo por esos años de piezas precolombinas pueden relacionarse con Chiribaya. Incluso hoy la cerámica asociada a esa cultura está en gran parte ausente de las principales colecciones públicas.14Todo esto no hace sino confirmar la intención de Codesido de buscar en el repertorio precolombino un estilo que pudiera representar la idea de una vanguardia local promovida por Mariátegui.

La arqueología había ido tomando posición en el imaginario local desde la década de 1910, impulsada por nuevos descubrimientos y por la fundación de los primeros museos nacionales. Es posible que en el interés de Codesido también haya influido su amistad con el escritor incaísta Augusto Aguirre Morales, autor de una debatida novela, El pueblo del sol, publicada en 1924.15 No era, claro, la primera artista en usar modelos precolombinos, pero su propuesta es muy distinta de las recreaciones figurativas asociadas al modernismo simbolista, o incluso del refinamiento decorativo de Izcue, su compañera de clase en la ENBA. Pero si el interés por lo precolombino era ya común, la forma de abordarlo era inédita. Codesido dejó definitivamente atrás la rebuscada figuración incaísta de portadas como la que Sabogal había diseñado algunos años antes para Los hijos del sol de Abraham Valdelomar, pero también la estilización clásica de las propias carátulas de Amauta. Su diseño para los Siete ensayos podría más bien haber servido para ilustrar el tono profético de Tempestad en los Andes, el libro de Luis E. Valcárcel que la editorial Amauta había publicado el año anterior. Hay cierta correspondencia entre la radicalidad primitivista de la imagen de Codesido y esas fuerzas telúricas que Valcárcel había anunciado estallarían como un cataclismo para transformar definitivamente el país.

En Chiribaya Codesido había descubierto una suerte de modernismo arcaico que sintonizaba con su propia voluntad de ruptura estética y política. Aunque no parece haber militado en ningún partido, estuvo siempre cerca de los grupos intelectuales más directamente involucrados con la acción política desde al menos inicios de la década de 1920. Cuando todavía estudiaba en la ENBA llegó a trabar una estrecha amistad con el líder estudiantil Víctor Raúl Haya de la Torre y con la pacifista norteamericana Anna Melissa Graves.16 Entre sus amigas más cercanas se encontraba la escultora Carmen Saco, activa militante comunista y parte del círculo íntimo de Mariátegui. Tampoco es casual que algunos años después haya participado como representante del Perú en el primer congreso de artistas contra la guerra y el fascismo, organizado en Nueva York por un grupo de artistas norteamericanos vinculados al comunismo.17

En términos estéticos, la portada de los Siete ensayos introducía en la escena artística peruana la idea de una abstracción vanguardista. Es cierto que esa experimentaación no alcanzaría de la misma forma y en el mismo grado a su pintura, pero también lo es que la gráfica y la plástica en esos años recorrieron caminos paralelos y separados. Con todo, Codesido fue la pintora de los veinte más abierta a explorar nuevos lenguajes formales.18 En 1928 empezó a dejar atrás los estudios académicos de la figura humana que Daniel Hernández había impuesto en la ENBA y a los que Sabogal buscó otorgar un sentido local usando modelos y accesorios andinos. Su primera exposición en la Academia Alcedo de Lima a fines del año siguiente incluía todavía muchos de esos masivos desnudos indígenas que quedaron de su época de estudiante, pero también piezas que apuntaban en otras direcciones. Maderas como Hilanderas, que reprodujo Amauta en 1929, marcaban claramente el vuelco a una mayor síntesis formal, lo cual sugiere que Codesido fue explorando lo nuevo desde géneros menores, para pasar luego a la pintura. Al momento de su segunda exposición en la Universidad de San Marcos en 1931, ya Codesido había dado un salto hacia lo que Antonino Espinosa Saldaña definió como “un estilo decorativo mural”.19 Los grandes cuadros que presentó en esa muestra, como Las velas o Mercado indígena, marcan un punto alto en la historia de la pintura del siglo XX. No hay cuestión que son producto de la renovación estética impulsada por Amauta. Mariátegui logró reunir a intelectuales y artistas que de otra forma no se habrían encontrado y los obligó a confrontar nuevas ideas. Su revista fue la plataforma que facilitó la circulación internacional del arte peruano, pero también el vehículo que hizo posible introducir el trabajo de artistas de vanguardia de distintos puntos del mundo al insular medio local. Las pinturas de Codesido de fines de los veinte e inicios de los años treinta de hecho remiten al recuerdo de los murales de Fernando Leal y Diego Rivera que había podido ver precisamente en las páginas de Amauta. Es evidente que buscaba modelos alternativos a los que tenía disponibles localmente. Y eso incluía a la pintura de Sabogal.

Codesido fue saliendo con dificultad de bajo la sombra de su maestro. En la reseña que dedicó a su primera exposición individual, Aguirre Morales enfatizó el “temperamento propio”, y la creciente independencia de Codesido frente a Sabogal. Apelando al género masculino, la declaró entonces como “uno de los más fuertes pintores de América” (énfasis en el original).20 El comentario tenía la intención de marcar el sentido absoluto del elogio, definiendo a Codesido como una artista que competía en igualdad de condiciones con los hombres: la vindicación femenina pasaba, paradójicamente, por la masculinización. Carmen Saco también reseñaba la primera exposición de Codesido en la propia revista Amauta con un comentario en ese sentido. Según Saco, la pintora habría “acercado las lejanías implacables” de los diversos grupos sociales, “con una energía y autoridad nada femeninas.”21 Anunciaba al mismo tiempo que la muestra daría “un nuevo sentido social a la mujer, relegada hasta el día de hoy a las oscuras y mecánicas tareas de sacudir los bibelots y cambiar las flores marchitas de los salones.”22

No debió ser fácil para las pintoras de los veinte imponerse en una sociedad conservadora y patriarcal, en que no había otro espacio para la mujer que no fuera el ámbito doméstico, o acaso el pedagógico. Amauta fue clave para facilitar el proceso de afirmación de mujeres activas en el periodismo, la política, la literatura y, sobre todo, en la plástica, un campo en el que las mujeres representaban una amplia mayoría frente a los hombres. Pero esa proporción numérica no impidió que fueran los pintores quienes ocuparan el mayor espacio en los puestos de enseñanza, en la prensa y en las exposiciones. Codesido estuvo entre las primeras en alcanzar un reconocimiento autónomo, pero le costó años de sobrellevar una crítica que tenía como lugar común discutir su trabajo como una simple extensión de la obra de Sabogal.23 Si en su único ensayo dedicado a Codesido Mariátegui no pudo abstenerse “de cumplir justicia a Sabogal por lo que, visiblemente, le debe Julia Codecido (sic),” unos años más tarde no dudaba en incluirla en pie de igualdad frente a su maestro.24 Cuando tuvo que enviar un retrato suyo a La Vida Literaria de Buenos Aires, escogió el óleo que le había pintado Codesido y no el que había hecho años antes el pintor argentino Emilio Pettoruti.25 Para fines de la década de 1920 Codesido había alcanzado con esfuerzo hacerse un lugar no sólo en la mirada de Mariátegui, sino también en la escena cultural de Lima. Había logrado diseñar una nueva posibilidad para pensar el indigenismo en relación a las vanguardias.

La carátula de los Siete ensayos puede leerse como una primera afirmación de la independencia de Codesido, quizás incluso como una pequeña sublevación frente a la autoridad de Sabogal. La pintora le había lanzado el guante, y Sabogal respondió inmediatamente. Apenas regresado de Buenos Aires se encontró ante el reto de rediseñar la revista con el fin de adecuar la gráfica al nuevo formato introducido en su ausencia. Para el siguiente número de Amauta creó un diseño totalmente abstracto, una figura roja escalonada, también de evocación precolombina, que se imponía sobre un sólido fondo negro. Era la primera de una serie de portadas que en los meses y años siguientes convertirían a Sabogal en uno de los diseñadores más innovadores de la región. El pasado precolombino dejaba de ser tan sólo una referencia distante que podía inspirar recreaciones figurativas, para convertirse en una fuente de nuevos lenguajes formales. No es posible ya ver ese cambio si no es desde la perspectiva de la carátula de los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Julia Codesido había tomado el liderazgo; había marcado el rumbo gráfico de un indigenismo de vanguardia.

Notas a Pie

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CHIAPPE, Anna

Nacque a Lucca il 26 luglio 1898. Figlia di Domenico Chiappe e di Iacopa Iacomini. Compì gli studi primari nella sua città natale e quelli superiori a Firenze. In questa città conobbe, nel 1921, il saggista peruviano José Carlos Mariátegui che sposoò nello stesso anno. A Roma nacque il loro primo figlio, Sandro (1921).

Anna Chiappe giunse in Perù con il marito il 18 marzo del 1923, sul vapore «Negada», proveniente da Amburgo. A Lima nacque- ro gli altri tre figli: Sigfrido (1923), José Carlos e Javier (1928).

La presenza di Anna nella vita e nell’opera di Mariátegui fu decisiva, non solo per il fatto di esse- re unita a lui da un profondo affetto, ma anche per la cura che richiedeva la fragile salute dell’ «Amauta». Anna assunse il controllo completo della casa e del- l’economia domestica e ció per- mise a Mariátegui la tranquillità necessaria per realizzare il suo lavoro intellettuale.

All’aggravarsi della malattia di Mariátegui, nel 1924, quando si salvò la vita solo grazie all’amputazione di una gamba, si verificò una situazione che occorre sottolineare: il famoso medico e chirurgo Guillermo Gastañeta fece presente alia famiglia la gravita del caso e la necessità dell’amputazione. La madre di José Carlos, Amalia La Chira, si oppose per ragioni religiose. Allora Anna intervenne in modo determinante: «Se l’amputazione é necessaria per salvargli la vita, come sposa e come madre dei suoi figli l’autorizzo a farla».

José Carlos in una nota autobiografica racconta: «Persi una gamba e rimasi assai fragile»; ma la presenza assidua di Anna, il suo atteggiamento risoluto di appoggio totale accompagnato da tenerezza, gli permisero di produrre nei sei anni seguenti il meglio della sua opera di pensatore originale, rivolta all’esame della realtà nazionale e all’analisi della situazione mondiale. Fu così che Anna Chiappe ebbe un’influenza decisiva nella vita di Mariátegui, i cui scritti hanno influito fortemente sull’evoluzione politica e ideologica peruviana successiva. Nulla meglio della seguente prosa poetica esprime quello che Anna Chiappe significò nella vita di Mariátegui, da lui scritta nel 1926:

«La vita che mi hai dato»

 

«Nacqui un seconda volta nella tua carne rinascimentale come quella della Primavera di Botticelli. Ti scelsi tra tutte, perché ti sentii come la più diversa e la più lontana. Come una nave corsara, senza saperlo cercavo un ormeggio, una rada serena. lo ero il principio della morte; tu quello della vita. Ebbi il presentimento di te nella candida pittura del Quattrocento. Iniziai ad amarti prima ancora di conoscerti, in un quadro antico. La tua salute e la tua grazia vetusta aspettavano la mia tristezza di sudamericano pallido ed esile. I tuoi rustici co- lori di donzella di Siena furono la mia prima festa. II tuo tonico possesso, sotto un cielo latino, mise nella mia anima una girandola d’allegria.

 

Grazie a te, il mio cammino insanguinato ha tre aurore. E ora che sei un po’ sfiorita, un po’ pallida, senza i tuoi antichi colori di madonna toscana, sento che la vita che ti manca é la vita che hai dato a me».

 

Quando Mariátegui morì, il 16 aprile del 1930, Anna dovette Affrontare un dura situazione economica per poter sostenere i suoi quattro figli che crebbe e educò con grande dedizione, mettendo in mostra la sua tempra di madre lottatrice. I primi anni di duro lavoro personale le mostrarono quanti sforzi dovesse fare per la cura della famiglia e l’istruzione adeguata dei figli e per questo motivo apri un piccolo negozio, la libreria «Minerva» a Barranco (1937) che poi ebbe una succursale a Miraflores (1940). Così, sotto la ragione sociale di «Vedova di Mariátegui e figli», poté procurarsi le risorse che sistemarono agiatamente l’economia fa- miliare e le permisero la pubblicazione e la diffusione della vasta produzione scritta di José Carlos Mariátegui.

Anna Chiappe non tralasciò la cultura italiana, in special modo la lettura di opere lettera- rie, soprattutto quelle di Dante Alighieri. Come in molti casi di emigranti giunti al margine di una strategia migratoria economica, Anna non ebbe contatti con la comunità italiana in Perù. A ciò contribuì un fattore culturale, poiché la maggioranza degli emigrati italiani suoi vicini era- no liguri e parlavano soltanto in dialetto. Dall’altro lato, la maggior parte di costoro era favorevole al fascismo e Anna aveva abbracciato, con il marito, le idee socialiste. Erano ben pochi gli emigranti con cui Anna poteva parlare italiano. Come molti, fece del Perù una seconda patria e non tornò mai in Italia, dove i genitori erano morti e aveva pochi parenti. Seguiva le vicende italiane e non volle tornare, sebbene abbia avuto la possibilità di farlo perché, diceva, l’Italia era moho cambiata e preferiva ricordarla coma l’aveva lasciata.

Anna Chiappe in Mariátegui lavoro attivamente fin dopo gli ottant’anni, circondata dall’ammirazione e dall’affetto dei differenti ambienti culturali e sociali peruviani. La «donzella di Siena» morì a Lima il 16 giugno del 1990, vicina ai novantadue anni. Fu degna erede di José Carlos Mariátegui e rappresentante della tenacia e della dolcezza delle madonne toscane.

Traducción realizada por María Claudia Carmona

Anna Chiappe Vda. Mariátegui ricorda i suoi dieci anni intensi al lato del “Amauta”.

SOTTO un retratto sorridente di José Carlos, Anna Chiappe cerca di comparire meno nervosa, senza quell’espressione di angustia che le copre l’anima ogni anno a metà aprile, da tanti anni, dal 16 aprile 1930, senza il compagno che conobbe a Firenze, che iniziò ad amare a Firenze, “rinacqui nella tua carne quattrocentista come quella de “La Primavera” di Botticelli”.

La mattina del giovedì non faceva né freddo né caldo. Ben pettinata, con un impeccabile completo a righe, la signora Anna Chiappe in Mariátegui aspettava sotto al ritratto di suo marito. Negli occhi si somigliavano. Gli stessi occhi gli saltavano fuori dalle orbite, e con la stessa espressione di passione, come saltando e con vita eterna. “José Carlos?” “José Carlos?” disse quando mi sentì arrivare. Sua nuora le disse, “No, signora, sono i giornalisti. E la signora Anna, la forte signora Anna di Siena e di José Carlos Mariátegui, mi ricevette dicendo “Che dolore la morte di José Carlos! È una piaga dalla quale non potrò mai sanare”.

Ricorda vagamente una riunione a Firenze, le voci, una musica di violino. Ventanni, un padre commerciante di caffè, Ugo, il fratello medico morto, i canti della Divina Commedia imparati a memoria e recitati in classe. Quello ricorda vagamente, ma non il ragazzo pallido e magro che le fu presentato come “José Carlos Mariátegui, il peruviano” e che le iniziò a parlare in italiano, facilmente, in scioltezza, con eleganza. Iniziarono comodamente a capirsi. Ricorda ancora la sua voce dolce e chiara, i suoi gesti, il cravattino. Magari, chissà, la sua salute e la sua grazia aspettavano quella tristezza da sudamericano.

Era il 1920, la primavera del 1920. La signora Anna disse che rimase a pensare a lui. Lui, José Carlos, viveva in una pensione che dava su Piazza della Signoria. Si era presentato come “scrittore, letterato, signorina, molto interessato alla cultura italiana”.

Poche settimane dopo si sarebbe prodotta la riunione definitiva. Uno zio di Anna aveva un lussuoso ristorante a Nervi che si chiamava “Il Piccolo Eden”. Era un ristorante campestre di lusso, sicuramente molto bello, fiori, una fisarmonica suonava tutto il tempo. Parlarono, la freccia diede nel segno. Anna ricorda il suono della fisarmonica e un odore di fiori.

Ma lo zio era indignato. Di fronte alle continue visite di José Carlos e vedendo che la nipote era decisa a lanciarsi nell’avventura del matrimonio, un giorno, non ricorda in che momento, le disse: “Quel sudamericano pallido, di aspetto malandato, renderà molto disgraziata la tua vita. Tornerai in Italia sconfitta e carica di figli.

Si sposarono a Firenze poco tempo dopo.

Qui a Lima, nel 1989 inizia ad aumentare II calore. La signora Anna inizia a illuminarsi di colori. Come somiglia il suo sguardo a quello di suo marito appeso alla parete. Nonostante la angustia, nonostante il tempo, come si somigliano quegli sguardi. Dal basso viene un odore a locro, a purè, a zuppa di verdure. Come si somigliano quegli sguardi.

Iniziarono a guardare insieme a Firenze. Rapidamente venne Roma. Lei sa, signore, che a José Carlos faceva molto male il freddo dell’Italia del nord, e molto bene il clima dell’Italia del sud? A Roma, lì, si sentiva molto bene.

Mentre l’odore della zuppa di verdure continua a salire per le scale, la signora Anna ricorda come le scriveva poesie, José Carlos. E come la innamorava. Mi sta dicendo che la innamorava come uomo e come peruviano. Una miscela di poesie e descrizioni amorose della terra, la gente, i furori di quella gente, Anna, la mia gente, i peruviani, il Perù.

Le parlò della sua infanzia triste, marcata dalla osteomieliti. La gamba sinistra, Anna. Anna gli consigliò di farsi esaminare a Bologna in un famoso centro traumatologico. Ma lui diceva di sentirsi molto bene a Roma e che, inoltre, “Anna, non sopporto la maschera di cloroformio. Ho sofferto molto con le esplorazioni mediche, e non sopporto la maschera di cloroformio, né nulla che mi ricordi la malattia a Lima”.

José Carlos Mariátegui, 1929
José Carlos Mariátegui en el asiento delantero de su carro

Anna lo accarezzava.

I primi giorni a Roma lo vedeva felice. Furono giorni felici, davvero. José Carlos, la sua intelligenza, erano una luce. Le parlava della sua voglia di tornare a Lima, di stabilirsi in Perù per iniziare il suo compito di scrittore e, soprattutto, i suoi programmi di lotta sociale. Così le disse.

Rimasero due anni a Roma. Lo ricorda geloso del suo tempo, scriveva sempre, studiava il marxismo. Qualche volta José Carlos disse che l’amore di Anna gli fece vedere chiaramente molte cose, specialmente la lettura di alcuni libri che prima considerava sommamente densi, duri.

Vivevano in Via della Scrofa, in dei soppalchi. Anche Anna, dal canto suo, iniziò a vederci chiaro. Insieme attraversarono quel processo di sensibilizzazione socialista. Lo fecero allo stesso ritmo e con grande entusiasmo. “E pensare che prima di conoscerlo non mi interessava nulla di tutto ciò. Ero conservatrice, una ragazza cattolica… Conoscerlo significò tagliare con tutte le mie tradizioni. Mi avvicinai al pensamento socialista”.

Nel 1921 viaggiarono insieme al Congresso Socialista di Livorno, appuntamento storico dove si sarebbe prodotta la divisione dei socialisti riformisti con i comunisti. José Carlos assistette in quanto corrispondente di “Il Tempo”. La signora Anna ricorda quanto rimase impressionato da Antonio Gramsci. Ricorda anche le voci, le discussioni e José Carlos che guardava tutto. Settembre del 1921. Si risolsero le posizioni dei socialisti e dei comunisti. Umberto Torracini, un senatore, ricordò nel 1964 che gli chiamò l’attenzione una persona conosciuta semplicemente come “il peruviano”, per la sua forte personalità e i suoi solidi criteri.

Nel maggio del 1922, andarono alla Conferenza Internazionale economica di Genova. José Carlos lavorava intensamente. Riceveva uno stipendio come addetto stampa della Legazione del Perù in Italia che presiedeva Arturo Osores. Viene allora un intenso tempo di viaggi. Germania, fine del 22 e inizi del 23. Poi Australia, Ungheria, Cecoslovacchia, Francia, poi dissero basta.

Il 20 febbraio 1923 andarono a Lima da Le Havre imbarcati sul “Negada”. Anna portava in braccio Sandro, il suo figlio maggiore, e nel ventre Sigfrido, il secondo.

Incinta arrivò Anna al Callao. Vestiva di bianco, la pallidezza. Erano stati 23 giorni di viaggio. Anna non aveva paura. Accanto a José Carlos non aveva mai avuto paura di nulla. Quando morì, sì, un poco, ma dovette farsi coraggio. Come fa ancora adesso.

Non le piacque il Callao.

Venne una sfilata di volti e sguardi. José Carlos, il suo José Carlos era portato da un bosco di braccia e mani. Non le piacque il Callao. José Carlos era molto eccitato, molto contento. Chiamava tutti per nome. Il primo che sentì corrispondeva a un uomo citrino, con i tratti da indio. Era ebanista e si chiamava Fausto Posada.

Vide le cose piatte. Dov’era il cielo azzurro che diceva José Carlos? E il sole? Non c’era cielo. Non c’era sole. Solo persone pallide sotto un materasso spesso di nuvole. Andarono a vivere al jirón Huanta, nei Barrios Altos. I paesaggi di Siena, di Firenze, di Nervi, trasportati a delle strade umide, piatte, lunghe, e la sfilata di gente pallida, citrina, che tutta la sua vita doveva cercare, circondare, perseguire suo marito.

Dal Jirón Huanta alla Quinta Heeren. Ricorda che andavano a piedi fino al Paseo Colón, dove ora funziona il Museo d’arte, no signore? E che prima si chiamava Palazzo dell’Esposizione. Lì, in un settore ceduto dal Municipio alla Federazione degli studenti, funzionava l’Università popolare. Lì avrebbe dovuto vedere suo marito dinanzi a quella gente pallida e citrina, da lei non solo ammirato, ma anche amato.

Come anche ora.

Tuttavia, la fatalità iniziò ad attuare.

José Carlos entrò in crisi di salute. Nella gamba sana era comparso un tumore. Si ritorceva con febbre a 40, 41, 42. Una mattina, vedendolo così male, il dottore Gastaneta considerò che bisognava amputare immediatamente la gamba. La signora Amalia in Mariátegui, madre di José Carlos, si oppose. Era molto cattolica. Le preoccupava la religione. Preferiva un confessore.

La signora Anna intervenne come punta da uno spillo: “Sono sua moglie, e la madre dei suoi due figli. Se l’intervento è indispensabile, proceda”.

Il sole di mezzogiorno inizia a debilitarsi qui a Lima nel 1989. La signora Anna ha mantenuto un lungo silenzio. Lo rompe: “Il mio José Carlos si svegliò tranquillo, chiedendo di me. Passarono vari giorni dopo l’operazione. Mi diceva solo che sentiva un addormentamento o qualcosa di simile. Una mattina alzò la coperta e si vide senza la gamba destra. Lanciò un grido atroce. Non lo avevo mai visto così: il suo pianto, la sua disperazione. La mia vita è tronca, diceva, non servo a niente, lo lo abbracciavo, con tutta la mia tenerezza lo abbracciavo. Baciando, bevendo le sue lacrime gli dissi: “José Carlos, a tutto c’è riparo. Viaggeremo per metterti una gamba ortopedica. In te ciò che vale di più è il tuo cervello, José Carlos, e mentre il tuo cervello è intatto e capace di produrre idee, tutto il resto è secondario, José Carlos mio adorato”.

Anna soltera en Florencia, 1918
Anna de novia, 1920
Anna casada en Roma, 1922
Anna viuda a fines de 1930.

Non l’avrebbe mai più visto a pezzi. Mai più. Andarono a vivere alla casa di Leuro, a Miraflores, dove compì una tappa della convalescenza che si condivise con una stanza in una clinica di Chosica. José Carlos tornò al suo lavoro giornalistico in “Mundial” e “Variedades”. Il suo nome cresceva. Da Leuro passarono alla casa in jirón Washington, dove si fecero più intense le loro relazioni con i politici e gli operai. La signora Anna lo ricorda molto gelosa del proprio tempo, come un possesso di fronte alla macchina, con i libri. Riceveva gli operai a partire dalle sei di sera. I politici arrivavano più presto, gli operai più tardi. Con loro rimaneva più tempo, parlando di tutto, nel mezzo del silenzio, prima delle domande e della discussione. Ricorda che una volta arrivò Jorge del Prado alle tre del pomeriggio. José Carlos era alla macchina e neanche lo guardò. Jorge del Prado rimase accanto a lui e siccome José Carlos aveva vita solo per il suo lavoro, se ne andò. Quando tornò alle sei del pomeriggio, dopo che le persone se ne furono andate, José Carlos gli disse:

“Guardi’, compagno Jorge. Ho il presentimento che la mia vita sarà corta. Per questo devo trarre il maggior beneficio dal tempo, per leggere, scrivere e creare per tuttr”.

 

Dal 16 al 30 furono gli anni più fecondi di José Carlos. Nel 1916 pubblica la rivista “Amauta”, e nel 1928 il quindicinale “Labor”, che José Carlos voleva vedere convertito in giornale per i lavoratori. La casa di Washington era pulcra, e José Carlos, come ricorda Basadre, riceveva sempre molto agghindato, molto pulito.

“Cosa gli piaceva? Gli piaceva il cibo italiano, parlare con me in italiano e la musica di Beethoven, in primo luogo Beethoven. Poi Wagner, Schubert. Lo infunava l’inadempimento della gente. Lo ripugnava la bugia, le posture accomodanti, i comportamenti posticci, tutto ciò che caratterizza la politica criolla I ragazzi erano ancora in fasce mentre lui lavorava”.

 

“A fine marzo 1930, José Carlos entrò in crisi. I dolori lo tormentavano. Si aggravò molto il 12 aprile…”

 

Dalla Clinica Villaràn, la signora Anna non si separava. La sua mano sulla testa di José Carlos. Come per calmargli il dolore. Mai più le urla, il sudore sulla fronte. Suo ragazzo di 26 anni di Firenze agonizzava quel 16 aprile 1930. Avevano iniziato a guardare insieme. Dieci anni, non di più, signore, macché dieci anni. Non ricorda in  che momento lo aveva visto con il suo cravattino, parlandogli in italiano, e la musica di fisarmonica, alla distanza. “Abbi cura dei ragazzi”, le disse, “Abbi cura di te”, e ripetette varie volte, “Anna, Sandro, Sigfrido, José Carlos, Javier, la rivoluzione si può fare solo sulla base di grandi principi”. E poi disse, molto chiaramente: “Addio, Anita”.

  • Traducción realizada por María Claudia Carmona

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