Dilettantismo Macabro

Un grupo de excéntricos conduce a Rouskaya al cementerio a las 12 de la noche

La bailarina interpreta la marcha fúnebre de Chopin ante la tumba del mariscal Castilla

Ha causado profunda sensación de extrañeza la original ocurrencia de algunos jóvenes excéntricos, que han pretendido dar anoche la nota más aguda de snobismo y extravagancia, con la interpretación bailable de la marcha fúnebre de Chopin, realizada por la artista Norka Rouskaya, a las 12 de la noche, en el Cementerio de Lima.

Parece que tan extraño capricho tuvo su origen en un almuerzo, que en la tarde de ayer dieran a la mencionada bailarina, algunos admiradores suyos, en un lugar del recreo de la Magdalena.

Pero, para lograr su objeto, necesitaban de un permiso especial del inspector del Cementerio, señor Pedro García Irigoyen. Brindose a conseguirlo el auxiliar de la secretaría de la Beneficiencia Pública, señor Juan Vargas Quintanilla, quien se apersonó donde el señor Pedro García Irigoyen a manifestarle que la bailarina Norka Rouskaya tenía el raro deseo de visitar nuestro Cementerio de noche, antes de ausentarse de la capital. El señor García Irigoyen accedió a lo solicitado, y autorizó al señor Vargas Quintanilla para ir en busca del administrador del Cementerio, señor Juan Valega, con el objeto de que facilitara el ingreso de Rouskaya y sus acompañantes a altas horas de la noche.

Dilettantismo Macabro, artículo sobre el escándalo del Cementerio, La Prensa, 05 noviembre de 1917.

Con el inspector del Cementerio

Hoy, a las 2 de la tarde, entrevistamos en su domicilio de la calle de San José, al señor Pedro García Irigoyen, miembro de la Beneficencia Pública de Lima e Inspector del Cementerio General; e interrogado por nosotros acerca de la intervención que había tenido en la apertura de aquel establecimiento en altas horas de la noche para que lo visitara la bailarina Norka Rouskaya, nos dijo lo siguiente:

– Ayer, a las ocho y media de la noche, en circunstancias en que estaba comiendo, se me anunció la visita del señor Juan Vargas Quintanilla, oficial primero de la secretaría de la beneficencia, quien presentándome al señor Carlos Mariátegui, me rogó que concediera permiso para que Norka Rouskaya pudiera visitar de noche el cementerio, con el objeto de llevar de Lima una impresión original. Le manifesté mi extrañeza por esta petición, y él insistió en su demanda, rogándome que accediera. Entonces le puse por condición que, como garantía de que no se realizaría ningún acto censurable en este sitio sagrado, fuera el mismo en persona acompañando a la Rouskaya y además el administrador del cementerio señor Valega a quien di por teléfono las instrucciones necesarias. Si yo siquiera hubiera sospechado, que la Rouskaya iba a danzar sobre las tumbas, no solo habría negado el permiso solicitado, sino que habría reconvenido al señor Vargas Quintanilla, quien, debo decirlo, ha sorprendido en este caso mi buena fe.

Con el señor Mariátegui

El señor José Carlos Mariátegui estuvo esta mañana, a las diez, en esta imprenta y nos manifestó que era cierto que anoche, después de las doce, había visitado el cementerio en compañía de algunos amigos y de Norka Rouskaya, pero que en esa visita no se había realizado ningún acto que pudiera significar una profanación; que lo que ellos había querido es recoger una impresión intensa y que, al efecti, rogaron a la bailarina que adoptara algunas actitudes artísticas, mientras un músico ejecutaba entre la penumbra la “Marcha fúnebre de Chopin”.

Agregó el señor Mariátegui que la interpretación de Norka fue tan impresionante, que los guardas del cementerio, que presenciaban esta escena, huyeron llenos de terror, creyendo que la artista era un fantasma que había surgido de las tumbas…

Repito –concluyó el señor Mariátegui– que ni en la artista Rouskaya ni en ninguno de los que la indugimos a realizar ese acto hubo, ni por asomo, la intención de profanar el cementerio ni de hacer mofa de la muerte.

Con el Administrador del Cementerio

Hablando con el señor Juan Valega hemos podido averiguar que ayer en la tarde fueron varios jóvenes –entre ellos el auxiliar de la secretaría de la Beneficencia– a su casa inquiriendo por él. Como en esos momentos se hallara ausente el señor Valega, se retiraron los solicitantes sin expresar el objeto de la visita. Poco después era llamado por teléfono, a nombre del inspector del cementerio, con carácter urgente; por lo que una hijita del señor Valega, manifestó que su señor padre se hallaba en esos momentos en el Callao, y que podían llamarle […]

Fue en efecto llamado el señor Valega a la casa de su señora madre en el Callao, y ahí recibió orden telefónica de venir a Lima para disponer que fueran abiertas de noche las puertas del cementerio a la bailarina Rouskaya y a las personas que la acompañaran.

Dijo entonces el señor Valega que él no podría estar en Lima hasta las diez de la noche; y entonces los iniciadores de esta excursión nocturna, se comprometieron a esperar al administrador del cementerio en el paradero del eléctrico de esta ciudad.

Como no los encontrara a su llegada el señor Valega se retiró a su casa, muy complacido de este oportuno contratiempo, que le venía a evitar una molestia cuya utilidad práctica no vislumbraba.

Sin embargo, los excéntricos amigos de la Rouskaya no desistían de su empeño, y poco después que el señor Valega llegara a su casa, fueron en un automóvil y le obligaron a salir en busca de los porteros del cementerio, para abrir las rejas y franquear la entrada a la Rouskaya y sus acompañantes.

Agrega el señor Valega que porfiadamente insistió para que esa visita fuera postergada hasta el día de hoy, porque la hora le parecía inoportuna; pero como se le objetara que la Rouskaya debía hoy embarcarse para el extranjero, y que por esa razón se había solicitado permiso especial del señor inspector del cementerio, él no tuvo más remedio que obedecer la orden de su superior.

A las doce de la noche más o menos, llegaron en dos automóviles la bailarina Rouskaya, acompañada de su señora madre, y un grupo de jóvenes, que deseaban apreciar la extraña sensación de un trozo de música fúnebre interpretado por la Rouskaya en el lugar de las ideas tristes y lúgubres.

La comitiva penetró por la avenida central de la necrópolis, y se detuvo delante del monumento al mariscal Castilla. Allí el joven Cáceres comenzó a preludiar la marcha de Chopin, mientras la Rouskaya la interpretaba con actitudes artísticas. Fue tan emocionante la escena, al decir de los asistentes que uno de los guardianes aterrado echó a correr.

Entretanto el administrador del Cementerio se interpuso enérgicamente para que no se continuase la escena.

Poco después volvieron todos a sus automóviles y emprendieron viaje de regreso a la ciudad.

La intervención de la Policía

Los gendarmes de la comisaría de Ate, atraídos por la música, se acercaron al Cementerio creyendo que se trataba de una profanación, y dieron parte en el acto a la prefectura. El coroner Edgardo Arenas a su vez se comunicó con el comisario del cuartel 3o., señor Valle Riestra, y le ordenó que procediese a detener a los autores de la extraña escena que se le denunciaba. Pero, cuando la policía del 3o. llegó al cementerio, ya la bailarina y su séquito, se habían marchado.

Esto no obstante, en la puerta del Maury los esperaba una mala sorpresa. Allí estaba el prefecto en persona, quién se extraño de su conducta, y citó a su despacho para hoy en la mañana a todos los actores de esta escena así como también al inspector del cementerio, y al administrador del mismo establecimiento.

Los Detenidos

De orden del señor prefecto del departamento, coronel Arenas, se encuentran detenidos en la intendencia de la policía para los esclarecimientos del caso, los señores Juan Vargas Quintanilla, José Carlos Mariátegui, César Falcón y el violinista Cáceres.

El juez del crimen, doctor Cebrián, se constituyó en la intendencia esta tarde para tomar declaraciones a los detenidos.

La Rouskaya detenida

Hasta momentos de entrar en prensa este número, se encuentra detenida en uno de los salones de la prefectura la bailarina Norka Rouskaya.

La policía ha citado para que presten declaración al señor Carlos Olavegoya y a los doctores Angulo Puente-Arnao y Lorente Patrón.

Fuente: Dilettantismo Macabro [artículo sobre el escándalo del Cementerio], La Prensa, 05 noviembre de 1917.

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